Con motivo de la festividad de Santiago, el obispo de Compostela, pronunció una homilía, que, por lo que leo en InfoCatólica, es parar enmarcar. Reproduzco parte del artículo de Infocatólica:
«En nuestro mundo multicultural tales valores seguirán teniendo pleno valor si saben mantener su nexo vital con la raíz que los engendró. Así, cabe la posibilidad de edificar sociedades auténticamente laicas, sin contraposiciones ideológicas, en las que encuentran igualmente su lugar el cercano y el lejano, el creyente y el no creyente».
El prelado compostelano indicó que es necesario encontrar la esperanza en varias realidades. Así, aseguró que se encontrará la esperanza cada vez que se ponga al ser humano en el centro y en el corazón de las instituciones: «Procuremos unidad de las diferencias y unidad en las diferencias». Y añadió:
«Encontraremos de nuevo la esperanza en la solidaridad, que comporta la conciencia de formar parte de un solo cuerpo, y al mismo tiempo implica la capacidad que cada uno de los miembros tiene para «simpatizar» con el otro y con el todo»
Animó también a encontrar de nuevo la esperanza en la solidaridad, no sólo como buen propósito, sino también como algo compuesto de hechos y gestos concretos que acercan al prójimo:
«Tenemos un patrimonio moral y espiritual que merece ser propuesto una vez más con pasión y renovada vitalidad, y que es el mejor antídoto contra la falta de valores de nuestro tiempo, terreno fértil para toda forma de extremismo».
Mons. Prieto afirmó que se encontrará la esperanza cuando se invierta en un desarrollo que abarque a todo el ser humano:
«la dignidad de su trabajo, condiciones de vida adecuadas, la posibilidad de acceder a la enseñanza y a los necesarios cuidados médicos (…), puesto que no existe verdadera paz cuando hay personas marginadas y forzadas a vivir en la miseria. No hay paz allí donde falta el trabajo o la expectativa de un salario digno».
En la misma línea, el arzobispo añadió que se encontrará esperanza cuando se abra al futuro a los jóvenes, cuando se cuide a la familia, que es la primera y fundamental célula de la sociedad:
«Cuando respeta la conciencia y los ideales de los ciudadanos. Cuando se defienden toda vida y todas las vidas, con toda su sacralidad: tanto la del que inicia o acaba su vida, como la del quiere renacer a una vida digna y justa».
Se lo resumo:
1.- Hay que poner la persona en el centro y formentar la tolerancia y la unidad en el respeto a la multiculturalidad.
2.- La esperanza es la solidaridad: una solidaridad que me recuerda mucho al programa político de Podemos o de Sumar. «la posibilidad de acceder a la enseñanza y a los necesarios cuidados médicos»… ¿En qué país vive Monseñor? En España, la educación y la sanidad son gratuitas y universales…
3.- Respeto a la libertad de conciencia y, lo único decente que he leído es la defensa de la vida desde la concepción a la muerte natural.
Y con todos estos ingredientes, «cabe la posibilidad de edificar sociedades auténticamente laicas, sin contraposiciones ideológicas».
Sinteticemos: el prelado compostelano aspira a una sociedad laica; o sea, sin Dios. Su filosofía es el personalismo y el liberalismo, que vienen a ser lo mismo. El arzobispo de Santiago es un modernista de libro. Es el paradigma del hereje de nuestro tiempo.
No aspira al Reino de Dios, sino a una sociedad laica, tolerante y y confunde el Reinado Social de Cristo con el Estado de Bienestar socialdemócrata.
Señor arzobispo: nuestra única esperanza es Cristo, que es el Señor de señores, el Rey de reyes, el Alfa y la Omega. Nosotros somos siervos de Cristo, que es el único Salvador y Redentor del universo. Y nosotros solo debemos colaborar con él, anunciando la Buena Noticia, llamando a la conversión y al bautismo y adorando a Cristo en el Santísimo Sacramento del Altar. Conversión, vida en gracia de Dios, bautismo y confesión y comunión frecuente, porque nosotros sin el Corazón de Jesús, escondido tras el velo de las especies eucarísticas, no podemos hacer nada.
La misión de la Iglesia es llevar almas al cielo, no combatir el cambio climático ni las injusticias laborales ni en el desarrollo económico. Nosotros no estamos para construir sociedades laicas y tolerante. Estamos para predicar la conversión al único Dios verdadero: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Pero la mayoría de los prelados, empezando por el Papa, ya no son católicos, sino liberales: ya no ponen a Cristo en el centro, sin a la persona libre, autónoma y autodeterminada del liberalismo, que lleva corrompiendo el mundo y extendiendo el reinado de Lucifer desde la Revolución Francesa. Hay que pisar a Cristo Crucificado, quitar las cruces de nuestros pueblos, quemar iglesias y catedrales y despreciar y humillar a los verdaderos Hijos de Dios, fieles a Jesucristo hasta el derramamiento de sangre si hace falta.
Nosotros queremos vivir en gracia de Dios para ir al cielo, porque hay cielo y hay infierno y purgatorio. La sociedad laica es la dictadura de las mayorías manipuladas por la plutocracia internacional. Y esas mayorías siguen gritando. «¡Crucifícalo, crucifícalo!». Vivimos en la tiniebla del pecado y la única Luz es Cristo. A Él el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
En el corazón mismo del pecado encontramos el rechazo por parte de los seres humanos de aceptar su condición de criaturas con las limitaciones naturales que ello implica. En ese estado de rebelión, los seres humanos se niegan a depender de un Dios creador, sostenible y providencial: «Consideran que depender del amor creador de Dios es algo impuesto de afuera».
El fin de la cristiandad inauguraría la era del Anticristo. Hoy mandan los impíos, los enemigos de Dios. Roma ha perdido la fe, Roma está en la apostasía. Lo anunció la Virgen en La Salette:
Roma perderá la Fe y se convertirá en la sede del anticristo. Los demonios del aire, con el anticristo, harán grandes prodigios en la Tierra y en los aires, y los hombres se pervertirán más y más. Dios cuidará de sus fieles servidores y de los hombres de buena voluntad. El Evangelio será predicado por todas partes. Todos los pueblos y todas las naciones conocerán la verdad.
Pero los impíos, los apóstatas, los blasfemos, los afeminados, los sodomitas con sotana o sin ella no entrarán en el Reino de los cielos.
Los cobardes, los infieles, los abominables, los homicidas, los fornicadores, los hechiceros, los idólatras y todos los embusteros tendrán su parte en el estanque que arde con fuego y azufre, que es la segunda muerte.
El Liberalismo proclamó la soberanía de la voluntad del hombre sobre la voluntad de Dios: sea la voluntad del individuo (democracia liberal), la de la sociedad (comunismo) o la del Estado (fascismo, nazismo). Pretende siempre afirmar la libertad respecto a Dios y la liberación de su ley en el intento de afirmar la voluntad sin criterios morales. De ahí́ la reivindicación de las llamadas libertades “concretas”: de la libertad de pensamiento contrapuesta a la libertad del pensamiento, de la libertad de religión contrapuesta a la libertad de la religión, de la libertad de conciencia contrapuesta a la libertad de la conciencia, etc.
Los Diez Mandamientos constituirían obstáculos para la libertad, como toda autoridad obstaculizaría también tal libertad. Sólo el individuo tiene derechos sobre sí mismo. Nada más puede interferir en el goce y en la disposición de su vida y su libertad. Lo que, a su vez, significa que cada uno es soberano de sí. Puede, por ejemplo, disponer libremente del propio cuerpo; puede, por ejemplo, mutilarse por finalidades no terapéuticas (ligadura de trompas, esterilización, etc.); puede disponer de sí por pura conveniencia (cambio de sexo, contratos sobre el propio cuerpo con fines de lucro, etc.); puede reivindicar el derecho al suicidio; puede consumir libremente sustancias estupefacientes si entiende que le hacen (al menos momentáneamente) feliz».
Pero las puertas del Infierno no prevalecerán.
Hoy el pecado mortal se ha convertido en un derecho humano mientras que la caridad y la Ley de Dios han pasado a ser considerados delitos de odio. Lo que Dios aborrece, el mundo lo exalta hasta enorgullecerse de su depravación.
Pero Lucifer no triunfará. Su aparente victoria es un espejismo. Porque Cristo vive y reina ahora, ayer y siempre. Y la Virgen María pisará la cabeza de la Serpiente. La humilde sierva de Dios derrotará al soberbio enemigo de Dios y del hombre.
Y habrá un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará la justicia. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de los justos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.
Los justos sufrirán mucho. Sus oraciones, su penitencia y sus lágrimas subirán hasta el Cielo. Ya estamos sufriendo mucho. Pero aferrémonos a nuestra fe. Oración, adoración al Santísimo, confesión frecuente, participación en la Santa Misa, comunión eucarística, rezo diario del santo rosario.
Y la Iglesia Modernista, con sus obispos y cardenales, váyanse al infierno.
Nada sin Dios
¡Viva Cristo Rey!
…»Encontraremos de nuevo la esperanza en la solidaridad»…
Esa estupidez significa quitar a la Iglesia su carácter excepcional, porque sigue modas y conceptos externos (aunque es posible que la «solidaridad» haya surgido precisamente del cristianismo)
Si la Iglesia Católica es única, y de hecho es la que ha creado nuestra civilización occidental, lo cual tiene su mérito, tiene sus propios conceptos, normas etc…que se expresan en su propio vocabulario.
La palabra propia católica (aunque es cierto que con matices diferentes ) no es solidaridad, sino CARIDAD, esto es, ayudar al prójimo como si fuera Cristo porque así Dios nos lo mandó. Es un problema de obediencia, no de razón.
Cuando quitas la exclusividad, lo diferente, a algo (ej. a la Iglesia Católica ), le quitas su importancia y la necesidad de que sea única.
No veo ninguna ventaja en laicizar el catolicismo, porque además, al ser igual que otras cosas, no sólo no atraerá gente, sino que la perderá (lo que ha estado pasando a la Iglesia desde el desastre del Vaticano II y la falsa misa montinista)
Respecto a la «esperanza», para un católico debe ser únicamente la esperanza de ver a Dios (porque ha cumplido con la Ley de Dios, ha seguido Su ejemplo y ha muerto en gracia)
«cuando se invierta en un desarrollo que abarque todo el ser humano»…
Es decir que alguien (el político se entiende porque es el que maneja los dineros de todos) pone dinero (seguramente a través de una fundación presidida por un enchufado que no quiere trabajar en el mundo real y bien regada, sin ningún control, con dinero de los impuestos de todos) para un desarrollo ¿integral? de la persona…
Por ejemplo músculos de gimnasio, training para hacer sudokus, ejercicios para desarrollar el dedo meñique del pie izquierdo…
No sé qué tiene que ver esto con el catolicismo, que además desde el siglo IV por lo menos ya desarrolló sus propios procedimientos para intentar alcanzar la SANTIDAD. Por ejemplo la ascética , el ejercicio de las virtudes ordinales y teologales, la vivencia de la presencia de Dios, la oración…
Uno parece estar escuchando una alocución del maestro masón a sus hermanos de logia…
Cuando respeta la conciencia y los ¡¡¡ ideales de los ciudadanos !!!
¿Y quién dice qué ideales (se supone que masónicos) son esos?
¿Cuales son esos presuntos ideales de los ciudadanos ?
¿no bastarán ya las leyes civiles y penales para defenderlos de la «falta de respeto» (se supone que de otros ciudadanos»?
En fin, que no sea que grotesca broma es esta ni qué objetivos intenta conseguir. Bergoglianos, naturalmente.
Para adorar a la Pachamama y quejarnos por el cambio climático no necesitamos toda esta bazofia.
Estoy muy decepcionado con este arzobispo.
Creo que, ya que es arzobispo, podría haber hablado de cómo podemos seguir el camino de espiritualidad (en este caso gracias a la ayuda de Santiago) tomando como guía su propia experiencia de hombre pecador…
Pues va a ser que no.
Desde que eliminaron la enseñanza en latín en los seminarios, se quitó una barrera natural pata alejar a las inteligencias mediocres y a cristianos poco comprometidos con su salvación.
En fin, que esto no es nada católico -ni protestante-
No veo ninguna ventaja ni beneficio en seguir siendo católico.
Excelente análisis de la soflama herética del neomodernista obispo compostelano. Lamentablemente, no es el único que piensa así: obispos y sacerdotes carentes de fe trabajan por promover la unidad social en una fraternidad horizontal cuyo único principio es el respeto de las opiniones diferentes y la recíproca tolerancia, mientras que, en realidad, toda persona auténticamente católica tiene que procurar, en virtud del sacramento de la confirmación, que los no católicos se vuelvan católicos y que todas las cosas tengan, efectivamente, en acto y no sólo en potencia, mediante la colaboración activa y libre de las voluntades humanas, a Cristo por cabeza. Pero es ésta la esencia misma del progresismo naturalista o neomodernismo: el rechazo del reinado social de Jesucristo.