Eso recoge Carlos Esteban en InfoVaticana.
«¿Podemos avanzar hacia la fraternidad universal sin una buena política? No»
Dar prioridad a los más pobre, trabajar contra el paro… La política es una de las formas más altas de la caridad, dice Francisco citando a Pablo VI. Voluntad de servicio, búsqueda del bien común, dar prioridad a los más pobres…
Ya he llamado hereje y apóstata al Papa en artículos anteriores. Pero es que su coincidencia con la masonería es más que notable… ¿El Papa es Papa? Yo no tengo ninguna duda. ¿El Papa Francisco es católico? Yo creo que no.
El concepto de libertad del Papa es el liberal, el masónico, el luciferino: cada uno es libre de elegir la religión que quiera o ninguna en absoluto. El documento de Abu Dabi así lo ratifica con la firma de Francisco:
«La libertad es un derecho de toda persona: todos disfrutan de la libertad de credo, de pensamiento, de expresión y de acción. El pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos. Esta Sabiduría Divina es la fuente de la que proviene el derecho a la libertad de credo y a la libertad de ser diferente. Por esto se condena el hecho de que se obligue a la gente a adherir a una religión o cultura determinada, como también de que se imponga un estilo de civilización que los demás no aceptan».
Este concepto de libertad religiosa es radicalmente anticatólico. Es una blasfemia y un pecado mortal contra el primer mandamiento de la Ley de Dios. Y para un católico de verdad este tipo de afirmaciones resultan absolutamente intolerables. Dios no nos crea para desentenderse de nosotros y dejarnos aquí a nuestro aire. El ser humano no se autónomo ni puede autodeterminarse de Dios, porque nuestra vida es como el barro en manos del alfarero.
Dependemos de Dios en todo y todo lo bueno que podamos hacer, lo hacemos porque Dios nos da la gracia para hacerlo porque sin Él no podemos hacer nada.
«Dios es el que obra en vosotros el querer y el obrar según su beneplácito. Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones, a fin de que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha, en medio de esta generación mala y perversa, entre la cual aparecéis como antorchas en el mundo». Filipenses 2
El hombre es libre para cumplir la voluntad de Dios expresada en el Decálogo:
«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6,5). Este es el principal mandamiento. Y no hay otro Dios verdadero que la Santísima Trinidad.
Somos libres para amar a Dios y cumplir su voluntad pero no somos libres para pecar, para negar al Dios Creador, para blasfemar contra Cristo o para pecar contra el Espíritu Santo, que nos reveló la Verdad de la fe. Nadie es libre para pecar mortalmente contra ninguno de los Mandamientos y menos contra el Primero.
La igualdad que predica el Papa Francisco es igualmente masónica: todos somos iguales porque todos somos seres humanos y vivimos en la casa común de nuestro Planeta. Somos todos hijos, no del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob , sino de la Madre Tierra o Pachamama. Y como tenemos una madre común, todos somos hermanos.
Esto es una especie de panteísmo, o mejor panenteísmo, en el que todo está conectado con todo y la Madre Tierra es una especie de ser vivo o ídolo pagano que sufre y se queja por el maltrato que los hombres le propiciamos. Por eso, de vez en cuando, se cabrea y nos lanza pandemias o fenómenos naturales que acaban con miles de personas.
Y como todos somos hijos de una misma madre, todos somos hermanos e iguales: ya nadie se condena al infierno porque el infierno ya no existe y, de existir, estará vacío. Dios no premia a los buenos y castiga a los malos. Dios salva a todos. Y los que no se quieren salvar, según se publicó que le confesó el Papa a Scalfari, se desintegran en la nada y desaparecen.
Todo esto tiene su origen en Gaudium et Spes, donde se dice en el parágrafo 22:
«El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre». En Cristo, Dios nos reconcilió consigo y con nosotros y nos liberó de la esclavitud del diablo y del pecado.
Y más adelante, en el mismo punto, añade:
«Urgen al cristiano la necesidad y el deber de luchar, con muchas tribulaciones, contra el demonio, e incluso de padecer la muerte. Pero, asociado al misterio pascual, configurado con la muerte de Cristo, llegará, corroborado por la esperanza, a la resurrección.
Esto vale no solamente para los cristianos, sino también para todos los hombres de buena voluntad. Cristo murió por todos (todos, todos, todos), y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual.».De ahí la insistencia del Papa en condenar el «proselitismo». Si todos los hombres se salvan y todas la religiones son queridas por Dios, ¿qué importa que seas católico, budista o hinduista?
Todos los pueblos forman una comunidad, tienen un mismo origen, puesto que Dios hizo habitar a todo el género humano sobre la faz de la tierra, y tienen también un fin último, que es Dios, cuya providencia, manifestación de bondad y designios de salvación se extienden a todos, hasta que se unan los elegidos en la ciudad santa, que será iluminada por el resplandor de Dios y en la que los pueblos caminarán bajo su luz.
Pero la salvación que prometen los masonazos vaticanos no es metafísica. No es transcendente. Su salvación es puramente inmanente: acabar con el paro, con las injusticias, con la pobreza, con las guerras… Y del más allá, ni media palabra.
Mons. Müller nos pone sobre aviso : «No dicen abiertamente lo que quieren decir. No pueden decir abiertamente: “Queremos contradecir la Palabra de Dios”. Pero están introduciendo una nueva hermenéutica con la que quieren reconciliar la Palabra de Dios con estas ideologías anticristianas». «Pero no podemos reconciliar a Cristo y el Anticristo».
Y para terminar, el concepto de fraternidad del Papa Francisco es, una vez más, el masón. El hombre solucionará sus problemas sin necesidad de Dios: eso sí… Hacen falta políticos buenos que busquen el bien común.
Creer que nos podemos salvar solos, con buenos políticos y buenas políticas, y pretender crear una especie de paraíso terrenal sin necesidad de Dios es puro pelagianismo. O peor aún. Porque estos herejes no creen en la vida eterna y buscan tan solo un paraíso puramente terrenal, al estilo de la utopía comunista o del cosmopolitismo kantiano: se trata, una vez más, del naturalismo modernista, negación de un Dios transcendente: ateísmo puro y duro, que niega la divinidad de Cristo y, en consecuencia, los apóstatas que han asaltado la Iglesia Católica niegan la salvación de las almas y prefieren ocuparse de la salvación del planeta y de la justicia social, como si la Iglesia fuera un partido político o una ONG. Quieren una nueva Iglesia sin Cristo, sin cruz, sin sacrificio expiatorio; niegan los milagros, la resurrección del Señor y la vida eternal. Abominan de los sacramentos y los naturalizan como si fueran meros símbolos o metáforas de la fraternidad del hombre sin Dios y no cauces de la gracia.
Para un católico no hay otra fraternidad universal que la Comunión de los Santos, unidos a Cristo y en Cristo, y miembros de la Iglesia: la Iglesia triunfante, la militante y la purgante. Somos hijos de Dios Padre en Cristo, que se hizo hombre y se sacrificó en la Cruz para perdonar los pecados y abrirnos las puertas del cielo. Pero no a todo el mundo, sino a los nacidos del agua y la sangre que brotaron del costado de nuestro Señor. Somos hermanos los bautizados que vivimos en gracia de Dios y comulgamos el Pan de Vida que es el mismo Jesucristo velado tras las especies de pan y vino de la Eucaristía. La Hostia Consagrada que comulgamos es Cristo mismo.
Nosotros sin Dios no podemos hacer nada bueno: Cristo es el Cordero de Dios que se sacrifica en cada Santa Misa de manera incruenta para librarnos del pecado y que seamos luz en este mundo oscuro lleno de maldad.
No serán los políticos ni las ideologías las que nos salven: sólo Dios, sólo Cristo nos salva y para ello nos ha dejado los sacramentos que son cauces de su gracia para que podamos alcanzar la Patria Celestial. Porque nuestra felicidad no está en este mundo, en este valle de lágrimas, sino en el cielo. Allí alabaremos a Dios por toda la eternidad junto a los ángeles y a los santos que ya disfrutan de la contemplación del Salvador: que ya no necesitan fe ni esperanza, pero gozan de la Caridad que es Dios mismo.
El Papa Francisco aspira a convertir la Iglesia Católica en una religión universal que colabore de manera decisiva a la consecución de los Objetivos del Milenio, de la Agenda 2030 y de toda la basura ideológica que pretende establecer un gobierno global tiránico y sin otro dios que el bienestar y el orgasmo. Volvemos a adorar al dios Baco, a Dionisio. Una sociedad decadente, pervertida, hedonista e inmoral no se merece más que el juicio de Dios, que no tardará en llegar.
18 Porque son muchos los que andan, de quienes frecuentemente os dije, y ahora con lágrimas os lo digo, que son enemigos de la cruz de Cristo. 19 El término de ésos será la perdición, su Dios es el vientre, y sa gloria en su vergüenza, que tienen el corazón puesto en las cosas terrenas. 20 Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde esperamos al Salvador y Señor Jesucristo. Filipenses 2
«El Espíritu Santo no fue prometido a los sucesores de Pedro para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y expusieran fielmente la revelación transmitida por los apóstoles». Eso dice el Vaticano I, que por cierto, creo que lo quieren cambiar.
La caridad nos obliga a amar a todos aquellos que estén todavía a tiempo de alcanzar la vida eterna y de glorificar a Dios, y no existe nación, pueblo o individuo que no se encuentre en estas condiciones mientras sea viajero en este mundo. Por eso solo están excluidos de la caridad los demonios y condenados del infierno, incapaces ya de amar a Dios y de alcanzar la vida eterna.
Pero nótese que una cosa es el odio de enemistad y otra muy distinta el de abominación. El primero recae sobre la persona misma del prójimo, deseándole algún mal o alegrándose de sus males; y este odio no es lícito jamás. Por ejemplo, no está bien desearle la muerte al Papa.
El odio de abominación, en cambio, no recae sobre la persona misma (a la que no se les desea ningún mal), sino sobre lo que hay de malo en ella, lo cual no envuelve desorden alguno. Podemos odiar su injusticia, luchar contra ella y hasta reclamar el justo castigo que merece con el fin de que se corrija y deje de hacer daño a los demás.
Santo Tomás añade: «De donde, en cuanto a la culpa, que le hace adversario de Dios, es digno de odio cualquier pecador, aunque se trate del padre, de la madre y de los parientes, como se nos dice en el Evangelio (Lc. 14, 26). Hemos, pues, de odiar en los pecadores lo que tienen de pecadores y amar lo que tienen de hombres, capaces todavía (por el arrepentimiento) de la eterna bienaventuranza. Y esto es amarlos verdaderamente por Dios con amor de caridad».
22 ¿Quién es el embustero sino el que niega que Jesús es Cristo? Ese es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. 23 Todo el que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre. (1 Jn. 2).
Santo Padre Francisco: deje de hacernos daño. Sus pecados son absolutamente abominables. Rezo por su conversión.
Amo al Papa en tanto en cuanto nos confirme en la fe.
16 Tomando la palabra Simón Pedro, dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.
17 Y Jesús, respondiendo, dijo: Bienaventurado tú, Simón Bar Yona, porque no es la carne ni la sangre quien eso e ha revelado, sino mi Padre, que está en los cielos.
18 Y yo te digo a ti que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré yo mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.
19 Yo te daré las llaves del reino de los cielos, y cuanto atares en la tierra será atado en los cielos, y cuanto desatares en la tierra será desatado en los cielos. Mateo 16
Pero abomino del Papa Francisco, en tanto en cuanto piense como el mundo y nos aparte de Dios:
22 Pedro, tomándole aparte, se puso a amonestarle, diciendo: No quiera Dios, Señor, que esto suceda.
23 Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro: Apártate de mí, Satanás; tú me sirves de escándalo, ¡tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!
Mantengamos la esperanza, incluso en estos tiempos en los que Pedro parece identificarse con Satanás y sirve de escándalo a los Hijos de Dios. Por eso hay que rezar mucho por el Papa para que piense siempre como Dios y no como los hombre. Las puertas del infierno no prevalecerán.
«Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras».
Nada sin Dios
¡Viva Cristo Rey!
…»No se puede avanzar hacia la fraternidad universal sin una buena política»…
¿No es mejor dejar esas estupideces a la masonería, que para eso está, y dedicarse a lo que uno está?
En el caso de este señor es la SALVACIÓN.
Salvación universal si todo el mundo decide convertir sus costumbres y seguir a Cristo (con perdón de Bergoglio)
Creo que este señor ha equivocado la carrera.
Cuando se vende pescado en las panaderías y pan en las pescaderías, las cosas no pueden funcionar.