A la caza de lo católico.

No es la rabiosa actualidad el objeto de este foro, pero quisiera hacer de ésta, la excepción que confirma la regla. Nos hemos desayunado con el nombramiento, como Prefecto (podríamos decir, proxeneta) del Dicasterio para la Doctrina de la Fe (DDF), de Monseñor Víctor Manuel, Tucho, Fernández.

En la carta que Francisco le ha dirigido, censuró las supuestas maldades para las que fue empleado el antiguo Santo Oficio, concretamente la persecución de “posibles errores doctrinales”, en vez de la promoción del «saber teológico”. Sin duda, habla Francisco nuevamente como un iluminista gnóstico y librepensador, a quien importa muy poco la verdad y mucho el enciclopedismo hipócrita de la Nueva Teología, sabedor de que el río revuelto es escenario mucho más favorable a su séquito de perros de presa para la difusión de la neofe.

Como anécdota, valga decir que Tucho es autor de un libro titulado “Sáname con la boca. El arte de besar”, otro fruto podrido de la fétida fuente personalista. Desconocemos si tal erudición besuquil la ha adquirido mediante la experiencia, o a través de la simple “difusión del saber teológico” cuya custodia le acaba de ser encomendada oficialmente.

Frivolidades aparte, y tras el asalto a la Pontificia Academia para la Vida, una de las instituciones vaticano-conciliares que conservaba mayor crédito, le ha llegado el turno al DDF, a fin de acabar de eclipsar el halo de dignidad que aún le quedaba a la institución, en tiempos de Ratzinger, Müller e incluso Ladaria.

Francisco, consciente de que le queda poco, está haciendo lo imposible por amarrar una generación más de corruptores de la fe, así como de fieles corrompidos y rebaños dispersos, habida cuenta de que los más recientes nombramientos aún tienen pendiente desplegar todos sus efectos. En definitiva, no cesa la caza, acoso y derribo, desde la cátedra de Pedro, de todo lo que huela, aunque sea por aproximación, a fe católica. Eso significa que, salvo intervención divina, este cuento de terror tiene visos de continuar por tiempo considerable. Dios nos ampare.

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