Cristo es el único Redentor y Señor

 «Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana». Catecismo de la Iglesia Católica 2089.

«El humano linaje, después que, por envidia del demonio, se hubo, para su mayor desgracia, separado de Dios, creador y dador de los bienes celestiales, quedó dividido en dos bandos diversos y adversos: uno de ellos combate asiduamente por la verdad y la virtud, y el otro por todo cuanto es contrario a la virtud y a la verdad.

El uno es el reino de Dios en la tierra, es decir, la verdadera Iglesia de Jesucristo, a la cual quien quisiere estar adherido de corazón y según conviene para la salvación, necesita servir a Dios y a su unigénito Hijo con todo su entendimiento y toda su voluntad; el otro es el reino de Satanás, bajo cuyo imperio y potestad se encuentran todos los que, siguiendo los funestos ejemplos de su caudillo y de nuestros primeros padres, rehúsan obedecer a la ley divina y eterna, y obran sin cesar o como si Dios no existiera o positivamente contra Dios. Agudamente conoció y describió Agustín estos dos reinos a modo de dos ciudades contrarias en sus leyes y deseos, compendiando con sutil brevedad la causa eficiente de una y otra en estas palabras: Dos amores edificaron dos ciudades: el amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios edificó la ciudad terrena; el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo, la celestial».

Así empieza Humanum Genus, sobre la masonería y otras sectas del Papa León XIII del 20 de abril de 1884. Y así seguimos en 2025 y seguiremos hasta que Cristo vuelva en gloria y majestad.

Celebramos el 1700 aniversario del Concilio de Nicea (325-2025). Y nunca está de más recordar y orar con el Credo del citado concilio:

Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros, los hombres,
y por nuestra salvación bajó del cielo,
y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria
para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo, con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia,
que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.

Amén.

Si en aquel Concilio se combatió el arrianismo, 1700 años más tarde, seguimos hoy el combate contra el Modernismo, que contiene en sí todas las herejías: naturalismo, idolatría pagana, arrianismo, indiferentismo y sincretismo religioso, pelagianismo… El Modernismo es la herejía de todas las herejías.

El cúmulo de males que ha invadido la tierra se debe a que la mayoría de los hombres se han alejado de Jesucristo y de su ley santísima, así en su vida y costumbres como en la familia y en la gobernación del Estado y nunca resplandecerá una esperanza de paz verdadera entre los pueblos mientras los individuos y las naciones nieguen y rechacen el imperio de nuestro Salvador.

No hay medio más eficaz para restablecer y vigorizar la paz que procurar la restauración del reinado de Jesucristo. El único que nos puede salvar del pecado y de la muerte es Cristo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos. dando gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de participar de la herencia de los santos en el reino de la luz. Dios Padre nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al reino del Hijo de su amor, en quien tenemos la redención y la remisión de los pecados. Él es la imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque en Él fueron creadas todas las cosas del cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles, los tronos, las dominaciones, los principados, las potestades; todo fue creado por Él y para Él. Cristo es antes que todo y todo subsiste en Él.

Cristo es la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia; Él es el principio, el primogénito de los muertos, para que tenga la primacía en todas las cosas; porque quiso Dios que en Él habitase toda la plenitud y por Él reconciliar consigo, pacificando por la sangre de su cruz todas las cosas, así las de la tierra como las del cielo.

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en Cristo nos bendijo con toda bendición espiritual en los cielos; por cuanto que en Él nos eligió antes de la constitución del mundo, para que fuésemos santos e inmaculados ante Él en amor, predestinándonos a la adopción de hijos suyos por Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, por la que nos ha hecho gratos en su Amado, en quien tenemos la redención por la virtud de su sangre y la remisión de los pecados, según las riquezas de su gracia, que superabundantemente derramó sobre nosotros en toda sabiduría y prudencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, conforme a su benévolo designio, que se había propuesto, para realizarlo en la plenitud de los tiempos, de recapitular en Cristo todas las cosas, las de los cielos y las de la tierra.

Porque nos ha sido otorgado no sólo creer en Cristo, sino también padecer por Él. No hagáis nada por espíritu de competencia, nada por vanagloria; antes, llevados de la humildad, teneos unos a otros por superiores, no atendiendo cada uno a su propio interés, sino al de los otros.

Tened los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, quien, existiendo en la forma de Dios, no reputó codiciable tesoro mantenerse al igual con Dios, sino que se anonadó, tomando la forma de siervo y haciéndose semejante a los hombres; y en la condición de hombre se humilló, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús doble la rodilla cuanto hay en los cielos, en la tierra y en los abismos; y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Así, pues, con temor y temblor, trabajad por vuestra salvación. Pues Dios es el que obra en vosotros el querer y el obrar según su beneplácito. Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones, a fin de que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha, en medio de esta generación mala y perversa, entre la cual aparecéis como antorchas en el mundo.

Para los enemigos de Cristo, para los siervos de Lucifer, en cambio, las diferentes religiones reconocen al mismo Dios, pero le dan nombres diferentes.  Aunque utilicen diferentes nombres para el «Innombrable de los cien nombres», están orando al único Dios y Padre de todos. Esta afirmación es una herejía estratosférica.

Los enemigos de Cristo trabajan incansablemente para establecer una religión universal: Cristo, Buda o Mahoma, el nombre significa pocoNo hay exclusividad en Jesucristo ni en el Dios Trino que es el Padre, el Hijo y el Espíritu SantoA Jesús se le iguala a personas de las religiones paganas: Los hindúes lo llamaban Krishna; los chinos, Kioun-tse; los persas, Sosiosch; los caldeos, Dhouvanai; los egipcios, Horus; Platón, Amor; los escandinavos, Balder; los cristianos, Jesús; los masones, Hiram.

La visión satánica del Gran Arquitecto del Universo es irreconciliable con la persona divina de la revelación cristianaAsí, para los masones, Jesús no es Dios, sino más bien un personaje más de la larga historia de los iniciados que trazaron el camino que la humanidad debe seguir para alcanzar su progresiva emancipación y encontrar su dignidadRama, Zaratustra, Krishna, Buda, Hermes, Orfeo, Pitágoras, Platón, Lao Tse, Confucio, Moisés, Jesús, Mahoma dieron su palabra al mundo tomándola de las enseñanzas iniciáticas de los más remotos misterios. Como puede verse, para la doctrina masónica Cristo es considerado solo un gran iniciado, a la altura de Moisés o incluso a la altura de una figura mitológica como la de Orfeo.

Esa es la fraternidad universal que predica Francisco en el documento que firmó en Abu Dabi:

«La libertad es un derecho de toda persona: todos disfrutan de la libertad de credo, de pensamiento, de expresión y de acción. El pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos. Esta Sabiduría Divina es la fuente de la que proviene el derecho a la libertad de credo y a la libertad de ser diferente. Por esto se condena el hecho de que se obligue a la gente a adherir a una religión o cultura determinada, como también de que se imponga un estilo de civilización que los demás no aceptan».

La diversidad de religión es una expresión de una sabia voluntad divina: ¡Falso de toda falsedad! Dios no quiere que exista el pluralismo y la diversidad de religiones:

Escucha, Israel: Yahvé, nuestro Dios, es él solo Yahvé. Amarás a Yahvé, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu poder, y llevarás muy dentro del corazón todos estos mandamientos que yo te doy. Incúlcaselos a tus hijos, y, cuando estés en tu casa, cuando viajes, cuando te acuestes, cuando te levantes, habla siempre de ellos. Deuteronomio 6, 4

«No adores otros dioses además de mí. No hagas para ti ningún ídolo ni nada parecido de lo que hay arriba en cielo, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas que están debajo de la tierra. No te inclines ante ellos ni los adores porque yo, el SEÑOR tu Dios, soy Dios Celoso. Castigaré a los hijos por el pecado de los padres, e incluso a los nietos y bisnietos, por culpa de los que me desprecian, pero mostraré fiel amor por mil generaciones a los que me aman y obedecen mis mandamientos». Éxodo 20, 3

Soy yo, Yahvé, no existe ningún otro; fuera de mí no hay Dios. Yo te he ceñido, aunque no me conocías, para que sepan desde el levante del sol y desde el poniente que no hay ninguno fuera de mí. Yo soy Yahvé, no hay ningún otro; el que formó la luz y creó las tinieblas, el que da la paz y crea la desdicha. Yo soy, Yahvé, quien hace todo esto. Isaías 45

La religión del Nuevo Orden Mundial predica la fraternidad entre los pueblos por encima de razas, naciones y creencias religiosas; el pacifismo a ultranza, la universalidad y defensa de los derechos del hombre, del ciudadano y de los pueblos; la igualdad social y la defensa del oprimido, perseguido y encarcelado; la libertad, base indispensable de la convivencia fraternal; la justicia sin paliativos; la formación integral del hombre; el ecologismo y el antibelicismo que permita llegar a través del desarme y el arbitraje internacional a esa Paz.  Pero para todo ello, les estorba Jesucristo y la Iglesia Católica.

El papa Francisco ha dicho que todas las religiones son caminos para llegar a Dios, y que el diálogo interreligioso se construye con respeto. Por eso «no hay que hacer proselitismo» ni debemos pretender que los que viven en el error de otras religiones se conviertan a la única religión verdadera. Por el misterio pascual, de un modo que solo Dios conoce, todos los hombres se salvan, pertenezcan a la religión que sea. Esta es otra herejía más a sumar al carro. Se llama universalismo y está condenado por la Igleisa desde hace siglos. El universalismo fue condenado en el siglo VI . Como católico, no se puede tener la idea de que se sabe con certeza que todos irán al Cielo.

Dice el Sylabus de los errores más frecuentes, publicado en 1867 por Pío IX:

I. No existe ningún Ser divino [Numen divinum], supremo, sapientísimo, providentísimo, distinto de este universo, y Dios no es más que la naturaleza misma de las cosas, sujeto por lo tanto a mudanzas, y Dios realmente se hace en el hombre y en el mundo, y todas las cosas son Dios, y tienen la misma idéntica sustancia que Dios; y Dios es una sola y misma cosa con el mundo, y de aquí que sean también una sola y misma cosa el espíritu y la materia, la necesidad y la libertad, lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto.

(Alocución Maxima quidem, 9 junio 1862)

II. Dios no ejerce ninguna manera de acción sobre los hombres ni sobre el mundo.

(Alocución Maxima quidem, 9 junio 1862)

III. La razón humana es el único juez de lo verdadero y de lo falso, del bien y del mal, con absoluta independencia de Dios; es la ley de sí misma, y le bastan sus solas fuerzas naturales para procurar el bien de los hombres y de los pueblos.

(Alocución Maxima quidem, 9 junio 1862)

IV. Todas las verdades religiosas dimanan de la fuerza nativa de la razón humana; por donde la razón es la norma primera por medio de la cual puede y debe el hombre alcanzar todas las verdades, de cualquier especie que estas sean.

(Encíclica Qui pluribus, 9 noviembre 1846)
(Encíclica Singulari quidem, 17 Marzo 1856)
(Alocución Maxima quidem, 9 junio 1862)

V. La revelación divina es imperfecta, y está por consiguiente sujeta a un progreso continuo e indefinido correspondiente al progreso de la razón humana.

(Encíclica Qui pluribus, 9 noviembre 1846)
(Alocución Maxima quidem, 9 junio 1862)

VI. La fe de Cristo se opone a la humana razón; y la revelación divina no solamente no aprovecha nada, pero también daña a la perfección del hombre.

(Encíclica Qui pluribus, 9 noviembre 1846)
(Alocución Maxima quidem, 9 junio 1862)

VII. Las profecías y los milagros expuestos y narrados en la Sagrada Escritura son ficciones poéticas, y los misterios de la fe cristiana resultado de investigaciones filosóficas; y en los libros del antiguo y del nuevo Testamento se encierran mitos; y el mismo Jesucristo es una invención de esta especie.

(Encíclica Qui pluribus, 9 noviembre 1846)
(Alocución Maxima quidem, 9 junio 1862)

§ III. Indiferentismo. Latitudinarismo

XV. Todo hombre es libre para abrazar y profesar la religión que guiado de la luz de la razón juzgare por verdadera.

(Letras Apostólicas Multiplices inter, 10 junio 1851)
(Alocución Maxima quidem, 9 junio 1862)

XVI. En el culto de cualquiera religión pueden los hombres hallar el camino de la salud eterna y conseguir la eterna salvación.

(Encíclica Qui pluribus, 9 noviembre 1846)
(Alocución Ubi primum, 17 diciembre 1847)
Encíclica Singulari quidem, 17 Marzo 1856)

XVII. Es bien por lo menos esperar la eterna salvación de todos aquellos que no están en la verdadera Iglesia de Cristo.

(Alocución Singulari quadam, 9 diciembre 1854)
(Encíclica Quanto conficiamur 17 agosto 1863)

XVIII. El protestantismo no es más que una forma diversa de la misma verdadera Religión cristiana, en la cual, lo mismo que en la Iglesia, es posible agradar a Dios.

La religión del Nuevo Orden Mundial es la que siempre han promovido los masones. Se trata de una religión en la que El Gran Hacedor no se mete en las cosas de los hombres. Es una religión pelagiana que confía en que el hombre se puede salvar sin la gracia de Dios: sin el bautismo, sin la confesión, sin la Santa Misa… Es la religión antropocéntrica en la que el hombre es el centro, señor de sí mismo y su único fin. No hay pecado ni necesidad de redención. No hay mandamientos ni Dios tiene potestad para legislar nada. Sólo el pueblo puede darse leyes a sí mismo.

Pero nunca resplandecerá una esperanza de paz verdadera entre los pueblos mientras los individuos y las naciones nieguen y rechacen el imperio de nuestro Salvador Jesucristo. No hay medio más eficaz para restablecer y vigorizar la paz que procurar la restauración del reinado de Jesucristo. El único que nos puede salvar del pecado y de la muerte es Cristo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.

Evangelio Marcos (16,15)

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»


Post Scriptum

Un Papa no es el dueño de la Iglesia, no es el amo de la doctrina católica ni puede ni tiene autoridad para cambiar, quitar o añadir nada a lo que la Iglesia ha venido predicando en los últimos dos mil y pico años.

El Concilio Vaticano I lo recuerda explícitamente: 

«La doctrina de la fe que Dios ha revelado es propuesta no como un descubrimiento filosófico que puede ser perfeccionado por la inteligencia humana, sino como un depósito divino confiado a la esposa de Cristo para ser fielmente protegido e infaliblemente promulgado. De ahí que también hay que mantener siempre el sentido de los dogmas sagrados que una vez declaró la Santa Madre Iglesia, y no se deben nunca abandonar bajo el pretexto o en nombre de un entendimiento más profundo. «Que el entendimiento, el conocimiento y la sabiduría crezcan con el correr de las épocas y los siglos, y que florezcan grandes y vigorosos, en cada uno y en todos, en cada individuo y en toda la Iglesia: pero esto sólo de manera apropiada, esto es, en la misma doctrina, el mismo sentido y el mismo entendimiento».

«Si alguno dijere que es posible que en algún momento, dado el avance del conocimiento, pueda asignarse a los dogmas propuestos por la Iglesia un sentido distinto de aquel que la misma Iglesia ha entendido y entiende: sea anatema» (aunque no hubiera grabadoras en tiempos de Cristo). (Constitución Dogmática Filius Dei).

Y ese mismo Concilio Vaticano I deja claro que la autoridad magisterial del Papa es la de declarar lo contenido en la Revelación, como precisa el mismo Concilio: «El Espíritu Santo no fue prometido a los sucesores de Pedro para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y expusieran fielmente la revelación transmitida por los apóstoles».

Y lo dicho para el Papa, aplíquese a sínodos de la sinodalidad; sínodos que los herejes e impíos convocan para la perdición de las almas y no para su salvación. Nadie puede cambiar la doctrina de la Iglesia ni su moral. Nadie puede derogar los Mandamientos ni modificarlos a su gusto.

El Papa debe conservar la fe con fidelidad a la tradición apostólica, confirmarnos en ella y transmitirla con fidelidad, sin tratar de infestar la doctrina católica con sus propias filosofías o sus ideas particulares. Y si alguien os predica algo fuera del depósito de la fe, sea anatema.

El verdadero ecumenismo consiste en que todos los que profesan religiones falsas se conviertan a la única religión verdadera: la católica, apostólica y romana. Y el diálogo interreligioso, lo mismo: su único fin ha de ser que las demás religiones se conviertan y reconozcan la soberanía de Cristo. Y punto.

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