No hay ningún partido político en España (no sé si tal vez en Hungría o el Polonia lo habrá) que defienda públicamente la soberanía de Cristo Rey sobre los individuos, las familias y los pueblos. Dios es el Creador y Señor de todo cuanto existe, de todo lo visible y los inivisible. Cristo es el Alfa y la Omega, el principio y el fin de la Historia, el Señor de nuestro Planeta y de todos los planetas y galaxias creadas por Él y para Él.
«Antes de formarte en el vientre, ya te había elegido; antes de que nacieras, ya te había escogido; te había nombrado profeta para las naciones»
Jeremías 1, 5
Oh Señor, tú me sondeas y me conoces. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; Has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, Y todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, Y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda. Detrás y delante me rodeaste, Y sobre mí pusiste tu mano. Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; Alto es, no lo puedo comprender. Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; Estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, Bien que en oculto fui formado, Y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas Que fueron luego formadas, Sin faltar una de ellas.
Salmo 139
He aquí, como el barro en manos del alfarero, así sois vosotros en mi mano, casa de Israel. En un momento yo puedo hablar contra una nación o contra un reino, de arrancar, de derribar y de destruir; pero si esa nación contra la que he hablado se vuelve de su maldad, me arrepentiré del mal que pensaba traer sobre ella. Y de pronto puedo hablar acerca de una nación o de un reino, de edificar y de plantar; pero si hace lo malo ante mis ojos, no obedeciendo mi voz, entonces me arrepentiré del bien con que había prometido bendecirlo.
Jeremías 18
Dios es dueño y Señor de nuestras vidas. Nuestros días están contados y nuestras vidas en manos de Dios. Nadie puede añadir o quitar ni un instante a su propia vida.
¿Quién de ustedes, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?
Mateo 6, 27
Pero los necios no quieren pensar que se van a morir. Sólo piensan en comer, en beber y en disfrutar.
«La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: “¿Qué haré, porque no tengo donde guardar mis frutos?” Y dijo: “Esto haré: derribaré mis graneros y los edificaré más grandes, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: muchos bienes tienes guardados para muchos años; descansa, come, bebe y regocíjate«.
Lucas 12, 13-21
Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma, y lo que has guardado, ¿de quién será?»
Pero con la Modernidad, llegó la revolución luciferina: «No serviré ni obedeceré a Dios. Yo soy dueño de mi vida y puedo hacer con ella lo que quiera, porque soy libre. No tengo que obedecer a nada ni a nadie: ni a Dios ni a sus Mandamientos. Yo determino y juzgo por mí mismo lo que está bien o mal». Y para poder vivir en sociedad sin estar matándonos unos a otros, hay que establecer un pacto social mediante el cual, el bien y el mal se determinan por la estadística de las mayorías. Y así llegamos al momento en que cambiamos a Dios y su Ley Sagrada por el Estado de Derecho, que puede legislar sin Dios e incluso contra Dios, porque Dios ya no es soberano. La soberanía es del pueblo y se manifiesta en las elecciones y queda representada en los parlamentos. Y así los parlamentos han sustituido a Dios y a su Ley Sagrada. Y, desde entonces, se han aprobado toda clase de leyes inicuas: divorcio, aborto, eutanasia; educación adoctrinadora, corruptora y depravada que exalta los vicios y las bajas pasiones y denigra la virtud; matrimonios de homosexuales; manga ancha con la pornografía y con la prostitución; y un largo etcétera de ruindades y calamidades que tenemos que soportar cada día.
La libertad liberal reivindica la independencia, la autonomía y la autodeterminación del hombre respecto a Dios. No admiten la soberanía de Dios, sino que reclaman la soberanía nacional, es decir, la soberanía del hombre frente a Dios, la voluntad del hombre por encima de la voluntad de Dios. “¡No obedeceremos a Dios ni a su Ley Sagrada!», gritan los impíos.
Niegan que Dios sea la sabiduría suma y que tenga el poder de dictar leyes. Se niegan a reconocer la santidad de Dios y a adorarlo como Él merece. Niegan que Dios sea el Creador y que tenga derecho a exigir obediencia de Sus criaturas. Por fin, niegan la bondad suprema de Dios, y no reconocen que todo lo bueno proviene de Él y que no puede haber otra fuente de bondad.
En el corazón mismo del pecado encontramos el rechazo por parte de los seres humanos de aceptar su condición de criaturas con las limitaciones naturales que ello implica. En ese estado de rebelión, los seres humanos se niegan a depender de un Dios creador y providencial: Consideran que depender del amor creador de Dios es algo impuesto desde afuera. No sería libre, por tanto, quien está sometido a la ley natural que no permite la autodeterminación absoluta, quien debe estar debajo de una voluntad distinta de la propia. Los Diez Mandamientos constituirían obstáculos para la libertad, como toda autoridad obstaculizaría también tal libertad.
La soberanía de la voluntad, sea la del individuo, la de la sociedad o la del Estado, afirma la libertad respecto de Dios y la liberación de su Ley Eterna. Todas las ideologías políticas que surgieron después de la Revolución Liberal no son otra cosa que estructuras de pecado: liberalismo, nacionalismo, socialismo, comunismo, anarquismo, fascismo, nazismo…
El derecho de mandar no está necesariamente vinculado a una u otra forma de gobierno. La elección de una u otra forma política es posible y lícita, con tal que esta forma garantice eficazmente el bien común y la utilidad de todos. Pero en toda forma de gobierno los jefes del Estado y de gobierno deben poner totalmente la mirada en Dios, supremo gobernador del universo, y tomarlo como modelo y norma en el gobierno del Estado. El poder debe ser justo, no despótico, sino paterno, porque el poder justísimo que Dios tiene sobre los hombres está unido a su bondad de Padre. Pero, además, el poder ha de ejercitarse en provecho de los ciudadanos, porque la única razón legitimadora del poder es precisamente asegurar el bienestar público. No se puede permitir en modo alguno que la autoridad civil sirva al interés de uno o de pocos, porque está constituida para el bien común de la totalidad social. Si las autoridades degeneran en un gobierno injusto, si incurren en abusos de poder o en el pecado de soberbia y si no miran por los intereses del pueblo, sepan que deberán dar estrecha cuenta a Dios y a las cortes que representen al pueblo.
Yo no soy de derechas ni de izquierdas. Soy del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María. Soy de Dios y vivo por Él y para Él. Hemos sido creados para amar y servir a Dios nuestro Señor, amarle en el cumplimiento de sus sagrados mandamientos, guardando su doctrina y sobre todo viviendo en gracia de Dios. La voluntad de Dios es nuestra santificación, la cual es imposible en la apostasía, en el culto o reconocimiento de doctrinas opuestas al Evangelio; procuremos pues, apartarnos del pecado, origen de todo mal.
Los partidos políticos son sectas pseudorreligiosas que exigen la obediencia ciega al líder o a la cúpula de las organizaciones. Son religiones que dividen a la sociedad, que enfrentan, que separan… En realidad, son estructuras de pecado donde quien manda en última instancia es Lucifer.
¿Puede un católico consecuente apoyar, votar o militar en un partido que aprueba el aborto, la eutanasia o el divorcio? ¿Se puede ir a misa y militar, por ejemplo, en el PP? Hay hipócritas que van a misa por la mañana y promueven el aborto, el matrimonio homosexual o la eutanasia por la tarde. Estos son los verdaderos hipócritas, los nuevos fariseos, que cumplen la ley de Dios según les conviene y pretenden separar sus obligaciones religiosas de su actividad política. Son los Biden o Pelosi que comulgan en el Vaticano mientras promueven y defienden el aborto en todo el mundo.
Y, ¿qué decir de la Conferencia Episcopal Española, siempre dispuesta a apoyar al PP desde sus medios de comunicación (13 TV y la COPE)? ¿Y de los obispos y cardenales que siempre están alabando las bondades de la Constitución Española? Eso sí, luego se escandalizan de los frutos de la Constitución y de las maldades que de ella han venido. «¡Estamos contra el aborto! ¡Qué barbaridad la eutanasia! ¡Qué leyes educativas tan perversas!» Pero, eso sí, la democracia y la Constitución son una maravilla.
Nada sin Dios
¡Viva Cristo Rey!