Parolin y Compañía

Estoy hasta los mismísimos cojones de Parolin, de los jesuitas herejes tipo James Martin, de los teólogos ateos, de los religiosos apóstatas, de los que sueñan con un cisma que expulsara a los católicos tradicionales de la Iglesia. Ellos mismos se han inventado el término «sinodal» para calificar a su Iglesia. Pero para nosotros la Iglesia es y será siempre Una, Santa, Católica y Apostólica.

De buena gana cogía el látigo de Nuestro Señor y expulsaba a zurriagazo limpio a cualquiera de los que ponen en duda la Verdad Revelada y los dogmas de la Iglesia[1], convirtiendo el templo del Señor en casa de lenocinio.

Volviendo a Parolin, se atreve a hacer de un Nostradamus redivivo y afirma sin ponerse ni colorao que las reformas de Francisco son acción del Espíritu Santo y que no puede haber marcha atrás. Considera que estamos ante «procesos irreversibles».

¿Procesos irreversibles? Para Dios nada hay irreversible y es Él quien gobierna la verdadera Iglesia: no Parolin ni la banda de herejes que conspiran en el Vaticano. La Virgen, el La Salette, predijo que Roma perdería de fe. Y la ha perdido.

Y por si esto fuera poco, el número dos del Vaticano nos avisa de que hay determinadas urgencias antropológicas que obligan a reflexionar sobre el comienzo y el fin de la vida, sobre las fronteras de la medicina y las cuestiones de género[2].

¿Pretende Parolin que, en un futuro más o menos próximo, la Iglesia acepte el aborto, la eutanasia y el matrimonio gay? ¿Es eso?

Esa es la Iglesia del Anticristo, la Iglesia del mismísimo Satanás, del hijo de puta de Lucifer. Es la Iglesia que no soporta que se comulgue de rodillas, la de los ministros y ministras extraordinarios (que no sé qué tienen de extraordinarios). Esa es la Iglesia que acaba de abrir la ventada de Overton con la bendición de parejas homosexuales para llegar en cuatro días al matrimonio sacramental de quienes practican el vicio abominable de los sodomitas, que siempre fue y sigue siendo uno de los pecados que claman al cielo[3].

La Virgen de La Salette lo advirtió en 1846:

Los sacerdotes, ministros de mi Hijo, los sacerdotes, por su mala vida, por sus irreverencias y su impiedad al celebrar los santos misterios, por amor del dinero, por amor del honor y de los placeres, los sacerdotes se han transformado en cloacas de impureza.

Sí, los sacerdotes reclaman venganza, y la venganza está suspendida sobre sus cabezas. ¡Desdicha de los sacerdotes y las personas consagradas a Dios que por sus infidelidades y su mala vida crucifican de nuevo a mi Hijo!

Los pecados de las personas consagradas a Dios claman al cielo, y llaman la venganza y he aquí que la venganza está a sus puertas, pues no hay más nadie para implorar misericordia y perdón para el pueblo.

Dios va a golpear de una manera sin ejemplo.

Mons. Müller nos pone sobre aviso :

«No dicen abiertamente lo que quieren decir. No pueden decir abiertamente: “Queremos contradecir la Palabra de Dios”. Pero están introduciendo una nueva hermenéutica con la que quieren reconciliar la Palabra de Dios con estas ideologías anticristianas». «Pero no podemos reconciliar a Cristo y el Anticristo. Esta ideología homosexual, ‘LGBT’ es, en esencia, una ideología anticristiana. Es el espíritu del Anticristo el que habla a través de ellos».

El mal no descansa. Ya sabemos que al Papa Francisco le gusta Iniciar procesos, aceptar conflictos… y tener pacienciaLa Ventana de Overton se ha abierto. Es cuestión de tiempo que los impíos vuelvan a la carga con lo de siempre: matrimonio de parejas homosexuales, fin del celibato sacerdotal, ordenación de mujeres… «¿Qué tiene todo eso de malo? Lo importante es el amor», arguyen los impíos: aunque ese amor que tanto les importa acarree consigo el pecado mortal y la rebelión contra Dios y contra su Ley Eterna y Universal. Añádanle ahora a todo esto, la promoción de los anticonceptivos, la aceptación del aborto y la aprobación de la eutanasia que nos anuncia Parolin para un futuro pròximo. Esta es la religión del Anticristo.

Ya nos advertía Sololiev que el Anticristo se presentaría como pacifista, ecologista y ecumenista. El Anticristo nos lo ofrece todo: bienestar, paz, amor, seguridad, el fin de las guerras, la fraternidad universal… Pero todo, a cambio de renunciar a Cristo.

Y yo jamás renunciaré a Cristo, ¡vive Dios!

¡Viva Cristo Rey!


[1] Que nadie se tome el texto literalmente: son hipérboles, metáforas, símbolos… Todo muy del estilo modernista. Y en ningún caso se trata de llamadas a la violencia ni discursos de odio.

[2] Parolin sobre las reformas de Francisco: «Son procesos irreversibles» y «no puede haber vuelta atrás», en Infovaticana.

[3] Catecismo 1867 La tradición catequética recuerda también que existen “pecados que claman al cielo”. Claman al cielo: la sangre de Abel (cf Gn 4, 10); el pecado de los sodomitas (cf Gn 18, 20; 19, 13); el clamor del pueblo oprimido en Egipto (cf Ex 3, 7-10); el lamento del extranjero, de la viuda y el huérfano (cf Ex 22, 20-22); la injusticia para con el asalariado (cf Dt 24, 14-15; Jc 5, 4).

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