Nueva entrevista al Papa sobre #FiduciaSupplicans en el diario italiano @crederesanpaolo.
Y el Papa Francisco responde:
«Nadie se escandaliza si le doy una bendición a un empresario que puede estar explotando a la gente, y eso es un pecado gravísimo. Mientras que se escandalizan si se lo doy a un homosexual… ¡Esto es hipocresía!»
¿Nadie le dice al Santo Padre que no diga estas tonterías que lo dejan en ridículo ante el mundo entero? ¿Va a publicar Doctrina de la Fe un documento sobre las bendiciones a empresarios explotadores? ¿Serán bendiciones litúrgicas o meramente pastorales?
En la misma entrevista, el Papa agregó:
«Pero yo no bendigo un «matrimonio homosexual», bendigo a dos personas que se aman [che si vogliono bene] y también les pido que recen por mí. Siempre en las confesiones, cuando se presentan estas situaciones, personas homosexuales, personas que se han vuelto a casar, siempre rezo y bendigo. Una bendición no se le debe negar a nadie. Todos, todos, todos. Cuidado, hablo de personas: de aquellos que son capaces de recibir el Bautismo.»
«Bendigo a dos personas que se aman». Según ese argumento, ¿por qué no casarlos? Si se quieren…
Se trata de la moral de situación, que no es la moral católica y que está además condenada explícitamente por Pío XII.
Soyez les bienvenues, Discurso a los participantes en el Congreso de la Federación Mundial de Mujeres Jóvenes Católicas, 18 de Abril, 1952:
La marca distintiva de esta moral es que no se basa en el efecto de las leyes morales universales, como por ejemplo los Diez Mandamientos, sino en las condiciones o circunstancias reales y concretas en que los hombres deben actuar, y según la cual la conciencia del individuo debe juzgar y elegir. Tal estado de cosas es único, y es aplicable sólo una vez para cada acción humana. Es por ello que la decisión de conciencia, como los defensores de esta ética según afirman, no puede ser mandada por las ideas, principios y leyes universales. […] el adulterio y la fornicación, el abuso de matrimonio, el pecado solitario, el robo y la estafa, quitar las necesidades de la vida, privando a los trabajadores de sus salarios justos […] – todo esto está gravemente prohibido por el legislador Divino. Ningún examen es necesario. No importa cuál sea la situación del individuo, no hay otro camino abierto para él, sino obedecer. […] esta nueva moral, tal vez sin ser consciente de ello, actúa de acuerdo con el principio de que el fin justifica los medios. […] acaso [los mártires] de cara a la «situación» en la que se encontraban, inútilmente, o incluso por error incurrieron en una muerte sangrienta? No, por supuesto que no, y en su sangre son los testigos más explícitos de la verdad en contra de la «nueva moral».
Según esta moral, la bondad o maldad de una acción ya no se basaría en leyes morales universales, sino más bien en circunstancias individuales y concretas, según las cuales la conciencia del individuo está llamada a actuar. La conciencia del hombre está en condiciones de poder juzgar por sí sola la bondad o maldad de un acto en un caso determinado.
La conciencia del hombre está por encima de la Ley de Dios («seréis como Dios»). La ley de Dios se percibe como algo impuesto desde fuera, algo que coarta tu libertad de conciencia. «Yo decido sin ninguna coacción impuesta qué está bien y qué está mal en cada circunstancia. El Yo del hombre se enfrenta al Yo de Dios. El hombre se autolegisla y se rebela contra la obediencia debida a Dios. La soberbia antropocéntrica del hombre ignora su condición de criatura para considerarse creador y dueño de su propia vida.
Pío XII refiriéndose al carácter universal de la norma moral recordaba que la ley moral comprende y abarca todos los casos individuales. Es, por tanto, erróneo establecer una dicotomía entre la ley misma y su aplicación concreta a los casos individuales.
La moral de situación ignora la profunda e intrínseca dependencia del hombre respecto a Dios, de las criaturas respecto a su Creador. Pero Dios nos da la vida con una radical ordenación hacia el fin para el que nos creó y la Providencia alcanza a todas las criaturas hasta en las más mínimas acciones.
Lo que está bien y lo que está mal tiene que ver, en primer lugar, con Dios, no con el hombre: es bueno todo aquello que contribuya a la gloria a Dios y a la salvación de mi alma; y es malo todo aquello que ofende a Dios y me aparta de Él para conducirme a la condenación eterna. El pecado es esencialmente una ofensa a Dios y, aunque en algún caso pueda lesionar los derechos de otros hombres, siempre el principal ofendido es Dios. He sido creado por Dios y para Dios y todo será bueno en tanto en cuanto contribuya a mi fin último; y todo será malo, en tanto en cuanto me aparte de ese fin y me lleve a la perdición.
La conciencia no es un árbitro que decida por sí misma la bondad o maldad de lo que debe hacerse en cada situación.
«El amor» es la clave de la moral de situación. Sólo hay una obligación: amar. «Creo en el amor» dicen budistas, mahometanos, protestantes y católicos en el tristemente famoso video del Papa Francisco. Lo único bueno, para esta banda de herejes, es el amor. Nada más. El amor quiere el bien del prójimo, por lo que debemos amar sin esperar nada a cambio. Y como lo único importante es el amor, el fin justifica los medios: se puede hacer cualquier cosa con tal de que tenga como fin el amor. Cualquier medio es legítimo, si es para conseguir un bien. Si una acción en particular sirve para el amor, entonces puedes realizarla. Nada es intrínsecamente bueno o malo. Todo depende de las circunstancias. Cualquier cosa es buena, si es buena para alguien. Las normas son para las personas y no las personas para las normas. El legalismo consistiría en identificar el amor con la obediencia a las leyes. Para los situacionistas una cosa puede ser unas veces buena y otras, mala, según la situación. De ello se deduce que el aborto, el adulterio, la fornicación, en ocasiones pueden ser realidades «buenas».
El «creo en el amor» es la gran mentira, la gran trampa de los herejes. Porque suena a católico, pero es radicalmente anticatólico e inmoral. Puedes matar a un no nacido en nombre del amor y de la compasión; puedes acabar con la vida de ancianos y enfermos, si ellos o su familia consienten la eutanasia, para que no sufran; el divorcio y el adulterio pueden ser buenos, si se murió el primer amor y el segundo (o el tercero o el cuarto) te hace feliz. Porque lo importante es el amor. El valor de la conciencia individual (subjetiva) se pone por encima de Dios.
Dos personas «que se aman» pueden estar cometiendo un pecado mortal que los condene a las penas del infierno.
El único amor verdadero es el de un hombre y una mujer que se comprometen ante Dios a amarse y respetarse todos los días de su vida, en la salud y en la enfermedad, en la pobreza y en la riqueza, hasta que la muerte los separe. El amor conyugal es compromiso y es amor, que Dios mediante, generará nuevas vidas para el cielo. Ese es el único amor que se puede bendecir, el único querido por Dios. Lo demás es pecado y no conduce al cielo, sino la perdición eterna.
Nada sin Dios
¡Viva Cristo Rey!