Los responsables de la secularización de España están muy claramente señalados: entre todos la mataron y ella sola se murió. Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, y sus lameculos seglares, rastreros y serviles, más pendientes de alcanzar puestos de relevancia, sueldos sustanciosos o una reputación y un poder que ni en sus sueños más húmedos hubieran soñado, que de servir a Dios y a la Santa Madre Iglesia.
Todos se hicieron personalista y abandonaron la doctrina perenne de Santo Tomás de Aquino. Y asumieron todo: la libertad negativa, la autodeterminación, la autoposesión, los derechos humanos proclamados como leyes positivas por los regímenes liberales… Tragaron con todo. Y traicionaron a Cristo, como Judas.
Si los sistemas liberales representan mejor que cualquier otro el «non serviam» luciferino, el único apóstol que encaja allí es Judas.
Una cita de San Basilio viene que ni pintada para describir a la perfección la situación actual de la Iglesia:
«Las doctrinas de la verdadera religión están derrocadas. Las leyes de la Iglesia están en confusión. La ambición de hombres que no temen a Dios se apresura a ocupar altos cargos en la Iglesia, y el cargo elevado ahora es conocido públicamente como el premio de la impiedad. El resultado es que cuanto más blasfema un hombre, más apto lo considera la gente para ser obispo. La dignidad clerical es cosa del pasado. Hay una completa falta de hombres que pastoreen el rebaño del Señor con conocimiento. Los eclesiásticos en autoridad tienen miedo de hablar, ya que aquellos que han alcanzado el poder por interés humano son esclavos de aquellos a quienes deben su avance. La fe es incierta; las almas están empapadas en la ignorancia porque los adulteradores de la palabra imitan la verdad. Las bocas de los verdaderos creyentes están mudas, mientras que cada lengua blasfema ondea libremente; las cosas sagradas son pisoteadas». (Ep. 92).
Todas las ideologías del arco parlamentario – desde los liberales hasta los comunistas – rechazan a Dios: lo ignoran, lo desprecian; algunos hasta lo odian. ¿Alguno de estos partidos políticos acepta el imperio de nuestro Salvador Jesucristo? ¿Verdad que no? Pues ahí está el origen de la corrupción, de la degeneración moral y de todos los males de nuestra patria. Todas las ideologías parten de la Revolución anticristiana de los liberales del XIX y continúan con las revoluciones comunistas, fascistas o nazis que provienen todas ellas de la misma raíz liberal. ¿Qué tienen todas esas ideologías en común? El rechazo a la soberanía de Dios: para unos, el individuo es soberano y dueño de sí mismo; para otros, el soberano es el Estado o el Partido o la Raza. Pero ninguna ideología admite que el único rey y señor es Jesucristo. Al contrario, todas se rebelan contra Dios y contra la ley moral eterna y universal.
Los católicos liberales también se consideran soberanos y dueños de sí mismos; y así, ponen su propia voluntad por encima de la de Dios. Y así, fundamentan su fe, no en la autoridad de Dios, infinitamente veraz e infalible, que se ha dignado revelarnos el camino único que nos ha de conducir a la bienaventuranza sobrenatural, sino en la libre apreciación de su juicio individual que le dicta al hombre ser mejor esta creencia que otra cualquiera; es decir, que su voluntad y su libertad se constituyen en leyes supremas. Juzgan su inteligencia libre de creer o de no creer y juzgan asimismo libre la de todos los demás. En la incredulidad, pues, no ven un vicio, enfermedad o ceguera voluntaria del entendimiento o del corazón, sino un acto lícito de la jurisdicción interna de cada uno, tan dueño en eso de creer, como en no admitir creencia alguna. En cualquier caso, el hombre es soberano y dueño y señor de su vida. Y Dios no pinta nada. Los Liberales niegan que Dios sea la sabiduría suma y que tenga el poder de dictar leyes. Se niegan a reconocer la santidad de Dios y a adorarlo como Él merece. Niegan que Dios sea el Creador y que tenga derecho a exigir obediencia de Sus criaturas. Por fin, niegan la bondad suprema de Dios y no reconocen que todo lo bueno proviene de Él y que no puede haber otra fuente de bondad más que Dios.
Y si el hombre es soberano y dueño y señor de sí mismo; si el hombre se rebela contra su Creador y Señor, no es de extrañar la podredumbre de sociedad que tenemos. Donde Cristo no es Señor, es Lucifer quien toma el mando. Y Lucifer odia a Dios y odia a los hombres. Por eso no es extraño que todas las leyes acaben con la muerte de seres humanos inocentes o con la perversión de los niños. El mal se convierte en derecho humano; la indecencia, en norma; la caridad y la verdad, en delitos de odio; y Dios, en una fantasía semejante a los unicornios o a los elfos: algo ridículo y despreciable. El bien y la virtud son objeto de mofa, mientras los vicios se alaban y los pecados más espantosos son objetos de orgullo.
La Iglesia demócrata liberal, progresista o neocona, desde la Conferencia Episcopal hasta el último simpatizante de NEOS, paradigma del catolicismo liberal, son responsables de que España hoy sea un páramo; un pueblo pagano, ateo y demoníaco.
¿Y quiénes son los únicos que resisten? Los católicos tradicionales (o tradicionalistas). Las órdenes religiosas tradicionales tienen más vocaciones que las que pueden atender, mientras los seminarios y las órdenes religiosas liberales, modernistas y progres mueren porque a nadie atraen. ¿Cuáles son las claves del florecimiento de vocaciones de las órdenes tradicionalistas? Viven sencillamente, rezan el Oficio cada día, adoran al Santísimo, cumplen estrictamente la Regla, aman a la Iglesia y la Eucaristía es el centro de su vida. Miren qué fácil.
Nada sin Dios
¡Viva Cristo Rey!