Humildad y obediencia

Conozco casos de directivos que llegan a su puesto con el poder que alguien les ha otorgado y, de pronto, se creen Napoleón. Aquí estoy yo y esto se hace así porque yo soy el jefe y no tengo por qué consultar con nadie.

Ese directivo será un déspota y un tirano y se ganará en tiempo récord la animadversión de todos sus colaboradores y de todos cuantos dependan, de un modo u otro, de él. Ese directivo tendrá poder mientras sus superiores le mantengan en el cargo. Pero jamás tendrá autoridad. Porque el poder te lo dan pero la autoridad te la tienes que ganar tú.

La soberbia y el orgullo vienen del demonio. Son pecados mortales.

Y para tener autoridad no puedes vivir en pecado. Tienes que vivir en gracia de Dios. Entonces, Dios habitará en tu alma y te dará la caridad que necesitas para amar a los demás como Jesús los ama. Si caridad y sin gracia de Dios, vamos a la perdición.

Un verdadero líder (y que conste que esta terminología de escuela de negocios me repatea) es humilde: no mira a nadie por encima del hombro. No desprecia a quienes desempeñan los oficios más humildes, sino que los valora tanto como a otros trabajadores más cualificados. Un líder es el siervo de los siervos de Dios. Un líder está para ayudar a los demás a desempeñar su labor en las mejores condiciones; para valorar a su gente; para preocuparse por cada uno de sus empleados y por sus familias. Si un directivo no ama entrañablemente a sus empleados, habrá fracasado. Su corazón no será similar al Corazón de Jesús. Y seguramente hará más mal que bien en su empresa.

Un hijo de Dios ha de cumplir la voluntad de Dios: ha de cargar con su cruz y amar a los demás más que a sí mismo. Ha de desgastarse, ha de consumirse, ha de agotarse por amor.

El ejemplo a seguir es María, que cuando recibió el anuncio del ángel, dijo: «he aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según su palabra». La Llena de Gracia, la Inmaculada Concepción, no podía contestar otra cosa. Negarse a cumplir la voluntad de Dios es pecado. Y ella no estaba dañada por el pecado original y estaba llena de gracia: Es la gracia la que pone en nuestro corazón el deseo de hacer el bien y es la gracia quien pone los medios para llevar a buen puerto ese deseo.

Filipenses 2:

Tened los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, quien, existiendo en la forma de Dios, no reputó codiciable tesoro mantenerse al igual con Dios, sino que se anonadó, tomando la forma de siervo y haciéndose semejante a los hombres; y en la condición de hombre, se humilló, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, 10 para que al nombre de Jesús doble la rodilla cuanto hay en los cielos, en la tierra y en los abismos, 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

12 Así, pues, amados míos, como siempre habéis obedecido, no sólo cuando estaba presente, sino mucho más ahora que estoy ausente, con temor y temblor trabajad por vuestra salud. 13 Pues Dios es el que obra en vosotros el querer y el obrar según su beneplácito.

Obediencia a Dios, humildad, vivir en gracia de Dios, confesarse a menudo, comulgar siempre que sea posible. Y Caridad con todos. «No le habléis de Dios a quien no os pregunte, pero vivid de tal manera que quieran preguntarte por Él» (San Francisco de Sales). La Santa Misa es el sacramento de la Caridad. Sin adorar a Cristo y sin comulgar el Pan de Vida, nosotros no podemos hacer nada. Estaríamos perdidos. Un líder debe ser santo. Y un santo siempre es un líder. Pero un líder que no se anuncia a sí mismo, ni pretende encumbrarse, sino un líder que anuncia a Cristo.

En medio de la oscuridad del pecado del mundo, la Santa Misa es un remanso de paz, un anticipo del cielo: porque Dios es la Hostia Consagrada. Cristo es la Hostia: realmente lo es. Y donde está Cristo, están el Padre y el Espíritu Santo. Y donde está la Santísima Trinidad están también sus ángeles y sus santos.

¿Cómo combatir el mal del mundo? Adoración al Santísimo, Santo rosario, obras de misericordia, oraciones de desagravio y asistir a la Santa Misa.

Cristo es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Es Él quien nos salvará de los males que nos aquejan. Sólo Él. Él es el único líder, el Maestro, el Señor.

El problema es que el mundo no quiere oír de señores. Todo el mundo quiere ser su propio señor y nadie se quiere humillar ante el verdadero Señor. El mundo, soberbio y orgulloso no quiere obedecer a Dios. Y en su lugar, obedece a Lucifer. Allá ellos.

Vendrá el día en que el Señor envíe a sus ángeles. «Dejad crecer juntamente el trigo y la cizaña hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.

Diga lo que diga el Papa y desee lo que desee, el infierno existe y para quienes mueren en pecado mortal, ese es su destino.

Pero hay Papas tan soberbios, que, arrogantemente, sólo se citan a sí mismos e ignoran a los pontífices anteriores, a los santos y a los doctores de la Iglesia. Y parecen querer empezar de cero una Iglesia que tiene más de dos mil años. Les falta humildad y obediencia a Dios. Una pena.

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