Sin fe, moriréis

¿Qué es la fe?

Santo Tomás de Aquino

Decía Santo Tomás de Aquino que la fe actúa como una luz sobrenatural que ilumina el entendimiento, permitiéndole comprender verdades que de otro modo serían inaccesibles. La fe es una virtud teologal que implica la aceptación libre y consciente de las verdades reveladas por Dios. La fe implica una decisión libre y consciente de la voluntad de aceptar las verdades reveladas por Dios, iluminada por la gracia de Dios.

La fe es una virtud teologal gracias a la cual el entendimiento cree en verdades relativas a Dios.

Hay dos cuestiones básicas en el tema de la fe: la determinación o caracterización de su esencia y la relación de la fe con otras formas de conocimiento. En cuanto a la caracterización de la fe, Santo Tomás nos dice que nuestro entendimiento puede aceptar o asentir a una verdad movido de alguna de estas tres maneras:

  • porque ve inmediatamente la verdad, como ocurre con los primeros principios;
  • porque deduce la verdad a partir de principios de por sí evidentes;
  • porque es movido por la gracia: la voluntad puede llevarnos a creer que es verdad algo de lo cual no tenemos una evidencia inmediata ni una demostración, como cuando queremos creer a alguien aunque no veamos que lo que dice es cierto. Decimos que le creemos porque queremos creerle, porque confiamos en él.

En la «Suma Teológica» describe precisamente las cuatro dimensiones básicas de la fe:

«Creer es un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina por imperio de la voluntad movida por Dios mediante la gracia»

  • es un conocimiento (pues es un acto del entendimiento);
  • de las verdades relativas a Dios;
  • consecuencia de la propia voluntad de creer;
  • de la cual es responsable último la gracia de Dios.

San Agustín

Para San Agustín, no necesitamos los ojos del cuerpo; pero lo que nos mandáis creer, ni lo presentáis al exterior para que lo veamos con los ojos corporales ni está dentro en nuestra alma para que podamos verlo con el entendimiento. Dicen estas cosas como si a alguno se le mandara creer lo que ya tiene ante los ojos.

Es preciso creer algunas cosas temporales que no vemos, para que seamos dignos de ver las eternas que creemos. Y tú, que no quieres creer más que lo que ves, escucha un momento: ves los objetos presentes con los ojos del cuerpo; ves tus pensamientos y afectos con los ojos del alma. Ahora dime, por favor: ¿cómo ves el afecto de tu amigo? Porque el afecto no puede verse con los ojos corporales. ¿Ves, por ventura, con los ojos del alma lo que pasa en el alma de otro? Y, si no lo ves, ¿cómo corresponderás a los sentimientos amistosos, cuando no crees lo que no puedes ver? ¿Replicarás, tal vez, que ves el afecto del amigo en sus obras? Verás, en efecto, las obras de tu amigo, oirás sus palabras; pero habrás de creer en su afecto, porque éste ni se puede ver ni oír, ya que no es un color o una figura que entre por los ojos, ni un sonido o una canción que penetre por los oídos, ni una afección interior que se manifieste a la conciencia. Sólo te resta creer lo que no puedes ver, ni oír; ni conocer por el testimonio de la conciencia, para que no quedes aislado en la vida sin el consuelo de la amistad, o el afecto de tu amigo quede sin justa correspondencia. ¿Dónde está tu propósito de no creer más que lo que vieres exteriormente con los ojos del cuerpo o interiormente con los ojos del alma? Ya ves que tu afecto te mueve a creer en el afecto no tuyo; y adonde no pueden llegar ni tu vista ni tu entendimiento, llega tu fe. Con los ojos del cuerpo ves el rostro de tu amigo, y con los ojos del alma ves tu propia fidelidad; pero la fidelidad del amigo no puedes amarla si no tienes también la fe que te incline a creer lo que en él no ves; aunque el hombre puede engañar mintiendo amor y ocultando su mala intención. Y, si no intenta hacer daño, finge la caridad, que no tiene, para conseguir de ti algún beneficio.

¿Quién no ve la gran perturbación, la confusión espantosa que vendrá si de la sociedad humana desaparece la fe? Siendo invisible el amor, ¿cómo se amarán mutuamente los hombres, si nadie cree lo que no ve? No creer que somos amados, porque no vemos el amor, ni corresponder al afecto con el afecto, porque no pensamos que nos lo debemos recíprocamente, es una precaución más molesta que ingeniosa. Si no creemos lo que no vemos, si no admitimos la buena voluntad de los otros porque no puede llegar hasta ella nuestra mirada, de tal manera se perturban las relaciones entre los hombres, que es imposible la vida social. No quiero hablar del gran número de hechos que nuestros adversarios, los que nos reprenden porque creemos lo que no vemos, creen ellos también por el rumor público y por la historia, o referentes a los lugares donde nunca estuvieron. Y no digan: No creemos porque no vimos. Pues si lo dicen, se ven obligados a confesar que no saben con certeza quiénes son sus padres. Ya que, no conservando recuerdo alguno de aquel tiempo, creyeron sin vacilación a los que se lo afirmaron, aunque no se lo pudieran demostrar por tratarse de un hecho ya pasado. De otra manera, al querer evitar la temeridad de creer lo que no vemos, incurriríamos necesariamente en el pecado de infidelidad a los propios padres.

 Conclusión

Quien no cree en Jesucristo no se salva. Juan 3:16 dice: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.». Y en Marcos 16:16 se afirma: «El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.». 

Y hay una profunda interconexión entre las tres virtudes teologales. La fe, la esperanza y la caridad trabajan juntas y se necesitan mutuamente para alcanzar la plenitud espiritual y una vida plena. En esencia, la fe alimenta la esperanza; y la esperanza a su vez, impulsa la caridad. 

La relación entre estas virtudes es que la fe es la base, la esperanza es la expectativa, y la caridad es la manifestación del amor divino en la vida de la persona. No se pueden separar ni cultivar de manera aislada. Si falta la fe, no hay fundamento para la esperanza, y sin esperanza, no hay motivación para actuar con caridad.  Y, obviamente, en el cielo solo quedará la caridad, porque ante la visión beatífica de Dios, la fe ya no nos hace falta y la esperanza tampoco, porque y se habrán hecho realidad nuestros deseos.

El Primer Mandamiento: Deuteronomio 6, 4-21

Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es solamente uno.

Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas.

Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, se las inculcarás a tus hijos y  hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado; las atarás a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una señal; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus portales.

Al Señor, tu Dios, respetarás, y a él sólo servirás, sólo en su nombre confiarás.

No seguirán a dioses extranjeros, dioses de los pueblos vecinos, porque el Señor, tu Dios, es un dios celoso en medio de ti. No se encienda contra ti la ira del Señor, tu Dios, y te extermine de la superficie de la tierra.

No tentarán al Señor, su Dios, poniéndolo, a prueba, como lo tentaron en Tentación.

Guardarás los preceptos del Señor, tu Dios, las normas y mandatos que te ordenó.

Harás lo que el Señor, tu Dios, aprueba y da por bueno; así, te irá bien, entrarás y tomarás posesión de esa tierra buena que prometió el Señor a tus padres, arrojando ante ti a todos tus enemigos, como te dijo el Señor.

Cuando el día de mañana te pregunte tu hijo: ¿Qué son esas normas, esos mandatos y decretos que les mandó el Señor, su Dios?’, le responderás a tu hijo: ‘Éramos esclavos del Faraón de Egipto y el Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte.


La nueva Israel es la Iglesia Católica. Y nuestro Dios – Uno y Trino – son tres personas distintas pero un solo Dios verdadero a quien debemos amar con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas. Sólo serviremos al Señor, nuestro Dios, y no serviremos a dioses extranjeros, porque nuestro Dios es un Dios celoso. Guardaremos los preceptos del Señor, nuestro Dios, las norma y mandatos que Él nos ordenó. Haremos lo que el Señor aprueba y da por bueno.

Dios sacó al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto. Pero llegada la plenitud de los tiempos, la Palabra de Dios se hizo hombre y acampó entre nosotros. Cristo es Rey de Reyes,  Luz de Luz, Dios de Dios, Dios verdadero de Dios Verdadero; hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos. Y Cristo es  el nuevo cordero de nuestra Pascua: es el cordero inmolado que ha derrotado al mundo, al demonio y a la carne. Cristo es quien nos ha liberado de la esclavitud del pecado y nos ha abierto las puertas del cielo. Todo lo creado fue hecho por Él y para Él. Cristo es el Alfa y la Omega, el principio y el fin de la Historia, del Cosmos y de nuestra propia vida. Él ha derrotado a la muerte y nos ha concedido los medios necesarios para llegar a la Patria Celestial: los sacramentos, fuentes de gracia y salvación, instituidos por el mismo Señor Jesucristo, Nuestro Señor.

Pero esta generación perversa, creyéndose más sabia se volvió necia. No hay nada peor que creerse más listo que nadie. Los listillos que te adelantan por la derecha o se cuelan en la fila del supermercado… No hay nada peor. La soberbia y el tenérselo creído es el camino más directo a la necedad.


Romanos 1:22-32

 Creyéndose sabios, se hicieron necios y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.

Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.

Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no solo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican.


Los miembros de esta generación perversa no solo cometen pecados abominables, sino que además presumen y se complacen con los que los practican. Esta generación depravada ha cambiado la verdad de Dios por la mentira. Y por eso Dios los entregó a la inmundicia, a pasiones vergonzosas, a una mente réproba para hacer cosas que no convienen.

Esta generación perversa da culto a la criatura en lugar de al Creador. “Seréis como Dios”, le dijo la serpiente a Eva. “Pues Dios sabe que el día que de él comáis, serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, conociendo el bien y el mal”. La soberbia y la desobediencia trajeron al mundo todos los males: la enfermedad, la muerte… Todas las desgracias son consecuencias del pecado.

El hombre se cree independiente de Dios, autónomo, dueño de su propia vida; se cree que puede ser lo que él quiera y hacer lo que le parezca. Puede ser gato, perro, mujer, hombre, discapacitado… Todo forma parte de la libertad del hombre. “Seréis como Dios”.

El hombre de hoy es igual o peor que Adán. Se cree directamente dios. Cree que es dueño de su vida, cuando ésta está a cada instante en manos de Dios. ¿Y quién de vosotros, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida? ¿Quién sabe el día y la hora en que el Señor te llamará a su presencia a rendir cuentas? ¿Quién de vosotros con sus preocupaciones puede añadir a su vida un solo instante? Nuestra vida está en sus manos como el barro en manos del alfarero.

Jeremías 18

Palabra que de Yahvé llegó a Jeremías, diciendo:

Levántate y baja a la casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras. Bajé, pues, a la casa del alfarero, y he aquí que éste estaba trabajando a la rueda. Cuando se estropeaba entre las manos la vasija que estaba haciendo, tornaba a hacer otra vasija, según cumpliera hacerlo a los ojos del alfarero.

Y me vino la palabra de Yahvé, diciendo:

¿No puedo yo hacer con vosotros, casa de Israel, lo mismo que hace este alfarero? —declara el Señor. He aquí, como el barro en manos del alfarero, así sois vosotros en mi mano, casa de Israel.En un momento yo puedo hablar contra una nación o contra un reino, de arrancar, de derribar y de destruir; pero si esa nación contra la que he hablado se vuelve de su maldad, me arrepentiré del mal que pensaba traer sobre ella. Y de pronto puedo hablar acerca de una nación o de un reino, de edificar y de plantar; pero si hace lo malo ante mis ojos, no obedeciendo mi voz, entonces me arrepentiré del bien con que había prometido bendecirlo. Ahora pues, habla a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén, diciendo: «Así dice el Señor: “He aquí, estoy preparando una calamidad contra vosotros y tramando un plan contra vosotros. Volveos, pues, cada uno de su mal camino y enmendad vuestros caminos y vuestras obras”». Mas ellos dirán: «Es en vano; porque vamos a seguir nuestros propios planes, y cada uno de nosotros obrará conforme a la terquedad de su malvado corazón».

Hebreos 11,1-2.8-19

Hermanos: La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve. Por ella son recordados los antiguos. Por la fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba. Por fe vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas, y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa, mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios. Por la fe también Sara, siendo estéril, obtuvo “vigor para concebir” cuando ya le había pasado la edad, porque consideró fiel al que se lo prometía. Y así, de un hombre, marcado ya por la muerte, nacieron hijos numerosos, como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas. [Con fe murieron todos estos, sin haber recibido las promesas, sino viéndolas y saludándolas de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra. Es claro que los que así hablan están buscando una patria; pues si añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver. Pero ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo. «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti», escribía San Agustín en sus Confesiones. Por eso Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad. Por la fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac: ofreció a su hijo único, el destinatario de la promesa, del cual le había dicho Dios: «Isaac continuará tu descendencia». Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar de entre los muertos, de donde en cierto sentido recobró a Isaac.]

Pero la mayoría de los hombres de este mundo degenerado no creen en Dios. No creen que haya juicio ni premio ni castigo. Necesitarían como Tomás meter el dedo en las llagas de Cristo y la mano en su costado traspasado por la lanza.

―Porque me has visto, has creído —le dijo Jesús a Tomás—; dichosos los que no han visto y sin embargo creen. (Jn. 20, 29).

Proverbios 11

El premio del bueno es la vida y el del malvado es la muerte. Dios no soporta a los malvados, pues piensan solo en la maldad; en cambio a la gente honrada le muestra su bondad. Una cosa es segura: Los malvados no quedarán sin castigo, pero la gente buena se salvará.

Pero los cientificistas y materialistas creen que la fe en Dios es un mito de la antigüedad como tantos otros y que después de la muerte no hay nada. Y así, comparan a Cristo con los dioses paganos, griegos y romanos o con los ídolos del hinduismo.

Pero nosotros sabemos que caminamos hacia el Cielo, que es nuestra verdadera patria. Nosotros sabemos por fe que venimos de Dios – que infundió en nosotros nuestra alma – y que nuestro destino es volver a Dios. Por eso la vida es una peregrinación constante. Pero sabemos de dónde venimos y a dónde nos dirigimos.

El sol sale para justos e injustos. La cizaña y el trigo crecen juntos. Pero llegará el día en que cada uno reciba lo que se merece y entonces será el llanto y el rechinar de dientes.

San Mateo 13:42-43

Los arrojarán al horno encendido, donde habrá llanto y crujir de dientes. Entonces los justos brillarán en el reino de su Padre como el sol. El que tenga oídos, que oiga.

Los incrédulos se ríen de nosotros y nos consideran fanáticos y estúpidos por creer en Dios. Creen que todo son mitos y leyendas del pasado, de un pasado oscurantista en el que el hombre era una especie de menor de edad que dependía de Dios para todo. Con la modernidad, el hombre se cree mayor de edad, fin en sí mismo, libre y autónomo para discernir por sí mismo el bien y el mal, sin necesidad de los mandamientos de la Ley de Dios.

Para los ateos y agnósticos, Dios no pinta nada ni tiene capacidad alguna de dictar leyes.

El problema es que el mundo está lleno de gilipollas:  «Stultorum infinitus est numerus» (el número de estúpidos es infinito)(Eclesiastés) y los perversos difícilmente se corrigen. El mundo está lleno de necios, de estúpidos y de hijos de puta. No es de extrañar que Dios se arrepintiera en un momento dado de haber creado al hombre.

Génesis 6:6-13

Viendo Yahvé cuánto había crecido la maldad del hombre sobre la tierra y cómo todos sus pensamientos y deseos de su corazón sólo y siempre tendían al mal, se arrepintió de haber hecho al hombre en la tierra, doliéndose grandemente en su corazón y dijo: “Voy a exterminar al hombre que creé de sobre la haz de la tierra, al hombre, a los animales, a los reptiles y hasta las aves del cielo, pues me pesa haberlos hecho.”

La tierra estaba corrompida ante Dios y llena toda de violencias. Viendo, pues, Dios que toda la tierra era corrupción, pues toda carne había corrompido su camino sobre la tierra dijo a Noé: “Veo venir el fin de todos, pues la tierra está llena toda de sus violencias y voy a exterminarlos con la tierra.

Hebreos 1

Muchas veces y en muchas maneras habló Dios en otro tiempo a nuestros padres por ministerio de los profetas; últimamente, en estos días, nos habló por su Hijo, a quien constituyó heredero de todo, por quien también hizo el mundo; el cual, siendo esplendor de su gloria e impronta de su sustancia, y sustentando todas las cosas con su poderosa palabra, después de haber realizado la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.

Jesús, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal oraciones y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que era poderoso para salvarle de la muerte, fue escuchado en razón de su piedad.

Y aunque era Hijo, aprendió por sus padecimientos la obediencia y, perfeccionado, vino a ser, para todos los que le obedecen, causa de salud eterna.

Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno los muchos serán constituidos justos.


Dios pagó un alto precio por vosotros, así que no os dejéis esclavizar por el mundo. Cuando Dios os salvó, en realidad os compró, y el precio que pagó por vosotros fue muy alto. Por eso deben dedicar su cuerpo a honrar y agradar a Dios.

1 Pedro

Cristo padeció por nosotros y nos dejó ejemplo para que sigamos sus pasos. Él, en quien no hubo pecado y en cuya boca no se halló engaño, ultrajado, no replicaba con injurias, y, atormentado, no amenazaba, sino que lo remitía al que juzga con justicia. Llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que, muertos al pecado, viviéramos para la justicia, y por sus heridas hemos sido curados. Porque erais como ovejas descarriadas; mas ahora os habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras almas. (1 Pedro 2).

Basta ya de hacer, como en otro tiempo, la voluntad de los gentiles, viviendo en desenfreno, en liviandades, en crápula, en comilonas y embriagueces y en abominables idolatrías.

Ahora, extrañados de que no concurráis a su desenfrenada liviandad, os insultan; pero tendrán que dar cuenta al que está pronto para juzgar a vivos y a muertos. Que por esto fue anunciado el Evangelio a los muertos, para que, condenados en carne según los hombres, vivan en el espíritu según Dios.

El fin de todo está cercano. Sed, pues, discretos y velad en la oración. Ante todo tened los unos para los otros ferviente caridad, porque la caridad cubre la muchedumbre de los pecados.

Sed hospitalarios unos con otros sin murmuración.

El don que cada uno haya recibido póngalo al servicio de los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.

Si alguno habla, sean sentencias de Dios; si alguno ejerce un ministerio, sea como con poder que Dios otorga, a fin de que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, cuya es la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.

Carísimos, no os sorprendáis como de un suceso extraordinario del incendio que se ha producido entre vosotros, que es para vuestra prueba; antes habéis de alegraros en la medida en que participáis en los padecimientos de Cristo, para que en la revelación de su gloria exultéis de gozo.

Bienaventurados vosotros si, por el nombre de Cristo, sois ultrajados, porque el espíritu de la gloria, que es el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros.

Que ninguno padezca por homicida, o por ladrón, o por malhechor, o por entrometido; mas si por cristiano padece, no se avergüence, antes glorifique a Dios en este nombre. Porque ha llegado el tiempo de que comience el juicio por la casa de Dios. Pues si empieza por nosotros, ¿cuál será el fin de los que rehúsan obedecer al Evangelio de Dios? Y si el justo a duras penas se salva, ¿qué será del impío y el pecador? Así, pues, los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden al Creador fiel sus almas por la práctica del bien.

Pedro, apóstol de Jesucristo, a los elegidos según la presciencia de Dios Padre en la santificación del espíritu para la obediencia y la aspersión de la sangre de Jesucristo: la gracia y la paz os sean multiplicadas.

 “Bendito sea Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por su gran misericordia nos reengendró a una viva esperanza por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, que os está reservada en los cielos a los que por el poder de Dios habéis sido guardados mediante la fe para la salud que está dispuesta a manifestarse en el tiempo último.

Por lo cual exultáis, aunque ahora tengáis que entristeceros un poco en las diversas tentaciones, para que vuestra fe probada, más preciosa que el oro, que se corrompe aunque acrisolado por el fuego, aparezca digna de alabanza, gloria y honor en la revelación de Jesucristo, a quien amáis sin haberlo visto, en quien ahora creéis sin verle, y os regocijáis con un gozo inefable y glorioso, recibiendo el fruto de vuestra fe, la salud de las almas.”

Por lo cual, ceñidos los lomos de vuestra mente y apercibidos, tened vuestra esperanza completamente puesta en la gracia que os ha traído la revelación de Jesucristo. Como hijos de obediencia, no os conforméis a las concupiscencias que primero teníais en vuestra ignorancia, antes, conforme a la santidad del que os llamó, sed santos en todo, porque escrito está: “Sed santos, porque santo soy yo.”

Y si llamáis Padre al que sin acepción de personas juzga a cada cual según sus obras, vivid con temor todo el tiempo de vuestra peregrinación, considerando que habéis sido rescatados de vuestro vano vivir según la tradición de vuestros padres, no con plata y oro, corruptibles, sino con la sangre preciosa de Cristo, como cordero sin defecto ni mancha, ya conocido antes de la creación del mundo y manifestado al fin de los tiempos por amor vuestro.

Deuteronomio 10

Ahora, pues, ¿qué es lo que de ti exige tu Dios, sino que temas a Yahvé, tu Dios, siguiendo por todos sus caminos, amando y sirviendo a Yahvé, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, y guardando los mandamientos de Yahvé y sus leyes, que hoy te prescribo yo, para que seas dichoso?

Mirad: de vuestro Dios, son los cielos, la tierra y todo cuando en ella se contiene.

Vuestro Dios es el Dios de dioses, el Señor de los señores, el Dios grande, fuerte y terrible, que no hace acepción de personas ni recibe regalos, hace justicia al huérfano y a la viuda, ama al extranjero y le alimenta y le viste. Amad también vosotros al extranjero, porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto.

Teme a tu Dios; sírvele, apégate a Él y jura por su nombre. Él es tu gloria, Él es tu Dios, que por ti ha hecho cosas grandes y terribles.

Convertíos y creed en el Evangelio. Quien crea y se bautice se salvará pero el que no crea será condenado. Vosotros veréis.

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