El Magisterio previo a 1960 ha repetido de manera tan constante como acertadísima, que cualquier resolución de los problemas políticos, económicos y sociales pasa por una restauración de la moral y la religión en la sociedad. Con ello, los Pontífices no pretendían sino mostrar que los males que hostigaban a la sociedad moderna procedían de la apostasía más o menos velada presente en las ideologías que habían violado la sana vida social emanada del Evangelio en los siglos precedentes.
Como era de esperar, de la más generalizada apostasía pública y privada, no podían seguirse sino crecientes males. Males que no han pasado desapercibidos para algunos que, presentándose como panaceas para los mismos, no hacen sino ahondar en los errores que gestaron lo que hoy sufrimos.
De este modo, ora pretendiendo volver a los principios subjetivistas e individualistas de lo que algunos autores han venido a llamar la “Modernidad fuerte”; ora planteando una suerte de humanismo universal, de raigambre iluminista, que se ha filtrado incluso en los documentos vaticanos recientes; ora, rescatando los restos de un filo-socialismo bautizado, periclitado por la metástasis del modernismo teológico a quien se asoció en el primer posconcilio; ora construyendo la sociedad bajo la égida de ese nefasto personalismo surgido de las plumas de autores que han sido con posterioridad ensalzados como seudobeatos de la “nueva” [sic) cristiandad; es de ver cómo una multiplicidad de ideologías, a cuál más perniciosa, se asoman a la palestra del mundo posmoderno ofreciendo sus recetas para tratar de revertir lo que, por beber de principios perniciosos, no hacen sino agravar, yuxtaponiendo error sobre error.
En este contexto, el letal flujo de las libertades de perdición que se enseñorean como reyezuelos en el panorama liberal hodierno, no hace sino agrandar la confusión de quienes intuyen el declive, pero no atinan con la receta, como quiera que su intoxicación ideológica les ha robado la capacidad de efectuar un correcto diagnóstico.
Para estos últimos está especialmente pensado este foro, y me atrevería decir que todo el proyecto de tradens.org. No pretendemos convencer a los emponzoñados y pertinaces herejes, aunque en esta tarea, como en todo, tiene la Gracia la primera y la última palabra. Pero sí contrarrestar el veneno que a diario inoculan en la sociedad. Así, trataremos, con la ayuda divina, de aplicar rectamente a los asuntos sociales el intelecto y la razón, como hicieron nuestros santos doctores de la Cristiandad, en especial los hispánicos, contemplando, venerando y transmitiendo aquellos sanos principios, que acordes con la naturaleza y nuestra santa ortodoxia, presidieron la época más gloriosa de nuestra historia, que se prolongó hasta que Cristo fue rechazado por las sociedades.
Puede bien decirse que tras Pentecostés se sublimaron todos aquellos elementos de verdad que el mero discurrir del mundo pre-cristiano había descubierto en la naturaleza de la vida social. No hizo el Cristianismo oídos sordos a ellos; más bien los elevó a otra dimensión, la de la Gracia, dimensión que nunca debieron abandonar. Y como consecuencia de ello podemos decir que, tras la primera venida de Cristo, no hay más sociedad sana que la regida por Cristo, forjando el decurso de los años una doctrina política perfectísima y santísima.
A diferencia de los ideólogos, no pretendemos inventar nada: tan sólo transmitir de nuestra humilde e indigna pluma, esa ingente herencia doctrinal, filosófica y teológica, que nos ha sido gratuitamente legada. Está pensado este foro para poner orden en las ideas clásicas acerca de la vida política, denunciando los errores que a ellas se enfrentan, y con ello allanar el camino a un ulterior desarrollo doctrinal, con el fin de presentar, con todo su brillo y majestad, lo esencial del corpus del derecho público cristiano en todas sus ramificaciones. Dios nos ayude, por la intercesión de María, madre de Dios y Madre de la humanidad.