Golfos

Hay en la Iglesia muchos golfos, muchos sinvergüenzas, muchos maricones, muchos ladrones, muchos fornicarios, muchos pederastas que, en lugar de preocuparse por la salvación de sus almas y las de sus feligreses, causan escándalo, indignación y enojo. Y yo no puedo vivir en medio de la injusticia sin sentir un cabreo descomunal. Gran parte del clero, de los obispos y cardenales carecen de la más mínima fe en Nuestro Señor Jesucristo. Pero no cuelgan los hábitos, sino que, muy al contrario, van trepando dentro de la jerarquía, a base de adular al Papa reinante y repetir sin cesar sus tópicos y sus obsesiones. Eso sí: ni una crítica a la comunión de los adúlteros, ni a las bendiciones de las parejas de gais, ni a la adoración de la Pachamama, ni al indiferentismo religioso, ni a la fraternidad universal que predica Francisco, que, curiosamente, es la misma que promueve la masonería.

Para la Masonería, todos los miembros deben creer en una deidad. Las diferentes religiones reconocen al mismo Dios, pero le dan nombres diferentes. La masonería acepta a personas de todas las religiones. Aunque utilicen diferentes nombres para el «Innombrable de los cien nombres», están orando al único Dios y Padre de todos.

Manly Hall, masón de grado 33, escribió: «El verdadero masón no está atado a ningún credo. Se da cuenta, con la iluminación divina de su logia, que como masón su religión debe ser universal: Cristo, Buda o Mahoma, el nombre significa poco, porque él sólo reconoce la luz y no al portador«.  No hay exclusividad en Jesucristo ni en el Dios Trino que es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. A Jesús se le iguala a personas en las religiones paganas: «Los hindúes lo llamaban Krishna; los chinos, Kioun-tse; los persas, Sosiosch; los caldeos, Dhouvanai; los egipcios, Horus; Platón, Amor; los escandinavos, Balder; los cristianos, Jesús; los masones, Hiram«.

La visión masónica del Gran Arquitecto del Universo es irreconciliable con la persona divina de la revelación cristiana. Así, para la Masonería, Jesús no es Dios, sino más bien un personaje más de la larga historia de los iniciados que trazaron el camino que la humanidad debe seguir para alcanzar su progresiva emancipación y encontrar su dignidad. Rama, Zaratustra, Krishna, Buda, Hermes, Orfeo, Pitágoras, Platón, Lao Tse, Confucio, Moisés, Jesús, Mahoma dieron su palabra al mundo tomándola de las enseñanzas iniciáticas de los más remotos misterios. Como puede verse, para la doctrina masónica Cristo es considerado solo un gran iniciado, a la altura de Moisés o incluso a la altura de una figura mitológica como la de Orfeo.

¿Es ese el dios al que se refiere el Papa Francisco? ¿El Gran Arquitecto? ¿Es la fraternidad masónica la que aparece en el documento de Abu Dabi? ¿La fraternidad entre los pueblos por encima de razas, naciones y creencias religiosas, el pacifismo a ultranza, la universalidad y defensa de los derechos del hombre, del ciudadano y de los pueblos; la igualdad social y defensa del oprimido, perseguido y encarcelado; la libertad, base indispensable de la convivencia fraternal; la justicia sin paliativos; la formación integral del hombre; y finalmente el antibelicismo que permita llegar a través del desarme y el arbitraje internacional a esa Paz ¿No es lo mismo lo que predican Francisco y la masonería? La conclusión tiene que ser forzosamente que una de dos: o Francisco es Masón o, como mínimo, sigue la misma filosofía de la masonería. De ahí su intento denodado por acabar con la Iglesia, con el depósito de la fe, con la tradición… Por eso su empeño en que todos se salvan y de que el infierno está vacío. Pero la masonería no adora a Jesucristo, sino a Lucifer, a Satanás. ¿Tenemos un Anticristo en la silla de Pedro? ¿A quién adoran realmente Francisco y los suyos? ¿A Cristo o al Demonio?

En definitiva,  nos enfrentamos a la masonería, al liberalismo y al personalismo, que ponen al hombre en el centro y considera que cada uno debe decidir libremente su religión o no elegir ninguna.

Libertas de León XIII

12. El naturalismo o racionalismo en la filosofía coincide con el liberalismo en la moral y en la política, pues los seguidores del liberalismo aplican a la moral y a la práctica de la vida los mismos principios que establecen los defensores del naturalismo. Ahora bien: el principio fundamental de todo el racionalismo es la soberanía de la razón humana, que, negando la obediencia debida a la divina y eterna razón y declarándose a sí misma independiente, se convierte en sumo principio, fuente exclusiva y juez único de la verdad. Esta es la pretensión de los referidos seguidores del liberalismo; según ellos no hay en la vida práctica autoridad divina alguna a la que haya que obedecer; cada ciudadano es ley de sí mismo. De aquí nace esa denominada moral independiente, que, apartando a la voluntad, bajo pretexto de libertad, de la observancia de los mandamientos divinos, concede al hombre una licencia ilimitada.

24. Es absolutamente necesario que el hombre quede todo entero bajo la dependencia efectiva y constante de Dios. Por consiguiente, es totalmente inconcebible una libertad humana que no esté sumisa a Dios y sujeta a su voluntad. Negar a Dios este dominio supremo o negarse a aceptarlo no es libertad, sino abuso de la libertad y rebelión contra Dios.

Jesucristo, liberador del género humano, que vino para restaurar y acrecentar la dignidad antigua de la Naturaleza, ha socorrido de modo extraordinario la voluntad del hombre y la ha levantado a un estado mejor, concediéndole, por una parte, los auxilios de su gracia y abriéndole, por otra parte, la perspectiva de una eterna felicidad en los cielos.

Siendo ésta la condición de la libertad humana, le hacía falta a la libertad una protección y un auxilio capaces de dirigir todos sus movimientos hacia el bien y de apartarlos del mal. De lo contrario, la libertad habría sido gravemente perjudicial para el hombre.

De este modo es la ley la que guía al hombre en su acción y es la ley la que mueve al hombre, con el aliciente del premio y con el temor del castigo, a obrar el bien y a evitar el mal. Tal es la principal de todas las leyes, la ley natural, escrita y grabada en el corazón de cada hombre, por ser la misma razón humana que manda al hombre obrar el bien y prohíbe al hombre hacer el mal.

A esta regla de nuestras acciones, a este freno del pecado, la bondad divina ha añadido ciertos auxilios especiales, aptísimos para dirigir y confirmar la voluntad del hombre. El principal y más eficaz auxilio de todos estos socorros es la gracia divina, la cual, iluminando el entendimiento y robusteciendo e impulsando la voluntad hacia el bien moral, facilita y asegura al mismo tiempo, con saludable constancia, el ejercicio de nuestra libertad natural. Es totalmente errónea la afirmación de que las mociones de la voluntad, a causa de esta intervención divina, son menos libres. Porque la influencia de la gracia divina alcanza las profundidades más íntimas del hombre y se armoniza con las tendencias naturales de éste, porque la gracia nace de aquel que es autor de nuestro entendimiento y de nuestra voluntad y mueve todos los seres de un modo adecuado a la naturaleza de cada uno. Como advierte el Doctor Angélico, la gracia divina, por proceder del Creador de la Naturaleza, está admirablemente capacitada para defender todas las naturalezas individuales y para conservar sus caracteres, sus facultades y su eficacia.

No cabe el silencio ante tanta iniquidad, tanta herejía, tanta apostasía, tanta impiedad.

Infovaticana

El obispo emérito Joseph E. Strickland ha emitido un contundente llamado de atención a los líderes de la Iglesia católica, denunciando lo que él considera un preocupante silencio ante la crisis doctrinal y moral que atraviesa la institución.

En un artículo reciente, Strickland reitera la enseñanza tradicional de que un hereje no puede ser un Papa válido y critica la falta de claridad doctrinal en el actual pontificado.

Strickland apoya los puntos expuestos en el artículo «Caveat LifeSite: Cismas Incipientes» de John Paul Meenan, donde se discute la legitimidad papal en el contexto de la ortodoxia doctrinal. Cita a figuras históricas como Santo Tomás de Aquino y San Roberto Belarmino para argumentar que los obispos tienen el deber de hablar cuando la fe está en peligro.

Según el prelado norteamericano, el silencio ante los errores doctrinales equivale a complicidad, recordando las palabras del Papa San Félix III: «No oponerse al error es aprobarlo, y no defender la verdad es suprimirla». (fin de la cita).

Yo no me puedo callar ante tanta injusticia. Hoy se está creando delante de nuestras narices una nueva Iglesia que nada tiene que ver con la Católica. Es una iglesia que sigue los principios masónicos, como traté de demostrar en el último artículo. El Documento de Abu Dabi señala lo siguiente:

«La libertad es un derecho de toda persona: todos disfrutan de la libertad de credo, de pensamiento, de expresión y de acción. El pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos. Esta Sabiduría Divina es la fuente de la que proviene el derecho a la libertad de credo y a la libertad de ser diferente. Por esto se condena el hecho de que se obligue a la gente a adherir a una religión o cultura determinada, como también de que se imponga un estilo de civilización que los demás no aceptan». Documento de Abu Dabi sobre la fraternidad humana firmado por el Papa Francisco el 4 de febrero de 2019.

Y el 13 de septiembre de 2024, el Papa se reafirma en su herejía indiferentista y universalista:

«Todas las religiones son un camino para llegar a Dios». 

Las religiones son «distintos lenguajes» para llegar a Dios ya que «Dios es Dios y es Dios para todos y todos somos hijos de Dios», agregó el Papa.

Pero “la doctrina de la fe que Dios ha revelado, no ha sido propuesta como un hallazgo filosófico que deba ser perfeccionado por los ingenios humanos, sino entregada a la Esposa de Cristo como un depósito divino, para ser fielmente guardada e infaliblemente declarada. De ahí también que hay que mantener perpetuamente aquel sentido de los sagrados dogmas que una vez declaró la santa madre Iglesia y jamás hay que apartarse de este sentido so pretexto y nombre de una más alta inteligencia.” (D, 1800).

Así el Espíritu Santo fue prometido a los sucesores de Pedro, no de manera que ellos pudieran, por revelación suya, dar a conocer alguna nueva doctrina, sino que, por asistencia suya, ellos pudieran guardar santamente y exponer fielmente la revelación transmitida por los Apóstoles, es decir, el depósito de la fe”. Pastor Aeternus, Concilio Vaticano I.

Ni el Papa ni los sínodos ni los concilios tienen potestad para cambiar el depósito de la fe.

Ya que el hombre depende totalmente de Dios como su creador y Señor, y ya que la razón creada está completamente sujeta a la verdad increada; nos corresponde rendir a Dios que revela el obsequio del entendimiento y de la voluntad por medio de la fe. La Iglesia Católica profesa que esta fe, que es «principio de la salvación humana», es una virtud sobrenatural, por medio de la cual, con la inspiración y ayuda de la gracia de Dios, creemos como verdadero aquello que Él ha revelado, no porque percibamos su verdad intrínseca por la luz natural de la razón, sino por la autoridad de Dios mismo que revela y no puede engañar ni ser engañado. Así pues, la fe, como lo declara el Apóstol, «es garantía de lo que se espera, la prueba de las realidades que no se ven» (Dei Filius).

Además la Iglesia que, junto con el oficio apostólico de enseñar, ha recibido el mandato de custodiar el depósito de la fe, tiene por encargo divino el derecho y el deber de proscribir toda falsa ciencia (cf. 1Tim 6,20), a fin de que nadie sea engañado por la filosofía y la vana mentira (cf. Col 2,8). 

La nueva religión, que están construyendo los hijos de Lucifer, es la del Anticristo, la de Satanás. Y no debemos dejarnos engañar. El Modernismo es la suma de todas las herejías; es el renacer del arrianismo, que no reconoce la divinidad de Cristo. Y quien no tenga fe en Jesucristo se condenará.

La nueva religión pone en el centro a la persona (Personalismo) y esa persona ha de ser autónoma, debe autoposeerse y tener capacidad de autodeterminación, de tal modo que cada uno puede escoger la religión que más le guste o ninguna en absoluto. Cristo ni está ni se le espera.

Queridísimos hermanos:

Os escribo acerca de nuestra común salud. He sentido la necesidad de hacerlo, exhortándoos a combatir por la fe, que, una vez para siempre, ha sido dada a los santos. Porque disimuladamente se han introducido algunos impíos, ya desde antiguo señalados para esta condenación, que convierten en lascivia la gracia de nuestro Dios y niegan al único Dueño y Señor nuestro, Jesucristo. Pero éstos blasfeman de cuanto ignoran. Estos golfos son murmuradores, querellosos, que viven según sus pasiones, cuya boca habla con soberbia, que por interés fingen admirar a las personas.

Pero vosotros, carísimos, acordaos de lo predicho por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo. Ellos os decían que a lo último del tiempo habría golfos que se irían tras sus deseos impíos. Estos son los que fomentan las discordias; hombres animales, sin espíritu. Pero vosotros, carísimos, edificándoos por vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para la vida eterna. (Carta de Judas)


[1] Alogismo: (Del griego άλογισμός: no-lógico). Negación del pensamiento lógico como procedimiento para alcanzar la verdad; frente a la lógica, se hace hincapié en la intuición, en la fe y en la revelación. Los filósofos reaccionarios utilizan el alogismo para justificar el irracionalismo, el misticismo y el fideísmo.

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