La apostasía, hecha sermón.

Nos acabamos de enterar por el flamante predicador de la Casa Pontificia, fray Pasolini, de que «La verdadera sorpresa del Juicio Final será descubrir que Dios no tenía expectativas de nosotros», y que «El criterio de acceso al Reino no es la afiliación religiosa (sic), sino el amor concreto hacia los hermanos más jóvenes». Además, afirma, «no se trata de un juicio en el sentido tradicional, sino de una afirmación que revela la realidad ya vivida por cada persona»

Es la primera noticia que tenemos de que el «juicio» no tiene por objeto la realidad vivida por cada persona. Imaginemos que un juez civil condenara a un acusado de modo arbitrario y sin contar con los hechos probados ni las circunstancias. Eso parece ser el juicio «tradicional» del que habla Pasolini, por cuanto lo contrapone al juicio con base en la vida de la persona. Lo que es lo mismo, tilda al Dios «tradicional» de arbitrario y, por tanto, injusto. Blasfemia en estado puro. Suerte que está la neoiglesa para inventarse al dios verdadero, el que juzga de verdad, y no el que hace «juicios tradicionales». Eso sí, cuidado, sin estar sujetos a ninguna «afiliación religiosa». Todas las religiones son iguales y todas llevan a Dios

Dicho en castizo: como Dios nada espera de nosotros, nada nos exige, y por tanto, todos se salvan, con independencia de su religión. El infierno, si existe, está vacío. Cosa para nada nueva, ya insinuada públicamente por Francisco y Tucho.

Si a eso añadimos que tamañas herejías fueron evacuadas (nunca mejor dicho) en un retiro cuaresmal, tiempo en que Dios proporciona gracias especiales a fin de mejor responder a su llamada a la conversión, el resultado es algo así como poner a una meretriz a dar lecciones de castidad.

El fin último de la predicación es mover a la conversión, no a la laxitud y al relativismo moral y religiosa. Se ve en todos los predicadores católicos, desde los Padres de la Iglesia. Es absolutamente indescriptible la doctrina que profesa esta gente. Pienso que San Pío X estaba equivocado y aún no se ha inventado el nombre de la herejía que defina a semejantes afirmaciones. O bien es que el Papa santo tenía más razón que un ídem, y lo siguiente al modernismo es directamente la apostasía absoluta, que no puede denominarse herejía porque niega directamente a Dios y la religión en todos sus extremos. De hecho, la religión de esta gente es la negación de la religión.

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