El último día de su viaje apostólico a Asia y Oceanía, en un encuentro con jóvenes de diversas religiones, el Papa aseguró que «todas las religiones son un camino para llegar a Dios»:
«Una de las cosas que más me ha impresionado de ustedes, los jóvenes, que están aquí, es la capacidad de diálogo interreligioso. Y esto es muy importante, porque si empiezan a discutir -“mi religión es más importante que la tuya”, “La mía es la verdadera, en cambio la tuya no es verdadera”-. ¿Adónde lleva todo esto? ¿A dónde?, que alguien responda ¿a dónde? [alguien responde: “A la destrucción”]. Y así es. Todas las religiones son un camino para llegar a Dios. Y, hago una comparación, son como diferentes lenguas, como distintos idiomas, para llegar allí. Porque Dios es Dios para todos. Y por eso, porque es Dios para todos, todos somos hijos de Dios. “¡Pero mi Dios es más importante que el tuyo!” ¿Eso es cierto? Sólo hay un Dios, y nosotros, nuestras religiones son lenguas, caminos para llegar a Dios. Uno es sij, otro, musulmán, hindú, cristiano; aunque son caminos diferentes».
Con esta afirmación, se ratifica en la Declaración de Abu Dabi en la que firmó de su puño y letra lo siguiente:
«La libertad es un derecho de toda persona: todos disfrutan de la libertad de credo, de pensamiento, de expresión y de acción. El pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos. Esta Sabiduría Divina es la fuente de la que proviene el derecho a la libertad de credo y a la libertad de ser diferente. Por esto se condena el hecho de que se obligue a la gente a adherir a una religión o cultura determinada, como también de que se imponga un estilo de civilización que los demás no aceptan».
El Papa Francisco acepta y asume como incuestionables los principios liberales de la Revolución, condenados repetidamente por la Iglesia. Con la Modernidad, llegó la revolución luciferina: «No serviré ni obedeceré a Dios. Yo soy dueño de mi vida y puedo hacer con ella lo que quiera, porque soy libre. No tengo que obedecer a nada ni a nadie: ni a Dios ni a sus Mandamientos. Yo determino y juzgo por mí mismo lo que está bien o mal».
Y para poder vivir en sociedad sin estar matándonos unos a otros, hay que establecer un pacto social mediante el cual, el bien y el mal se determinan por la estadística de las mayorías. Y así llegamos al momento en que cambiamos a Dios y su Ley Sagrada por el Estado de Derecho, que puede legislar sin Dios e incluso contra Dios, porque Dios ya no es soberano. La soberanía es del pueblo y se manifiesta en las elecciones y queda representada en los parlamentos. Y así los parlamentos han sustituido a Dios y a su Ley Sagrada. Y, desde entonces, se han aprobado toda clase de leyes inicuas: divorcio, aborto, eutanasia; educación adoctrinadora, corruptora y depravada que exalta los vicios y las bajas pasiones y denigra la virtud; matrimonios de homosexuales; manga ancha con la pornografía y con la prostitución; y un largo etcétera de ruindades y calamidades que tenemos que soportar cada día.
La libertad liberal reivindica la independencia, la autonomía y la autodeterminación del hombre respecto a Dios. No admiten la soberanía de Dios, sino que reclaman la soberanía nacional, es decir, la soberanía del hombre frente a Dios, la voluntad del hombre por encima de la voluntad de Dios. “¡No obedeceremos a Dios ni a su Ley Sagrada!», gritan los impíos.
Niegan que Dios sea la sabiduría suma y que tenga el poder de dictar leyes. Se niegan a reconocer la santidad de Dios y a adorarlo como Él merece. Niegan que Dios sea el Creador y que tenga derecho a exigir obediencia de Sus criaturas. Por fin, niegan la bondad suprema de Dios, y no reconocen que todo lo bueno proviene de Él y que no puede haber otra fuente de bondad.
En el corazón mismo del pecado encontramos el rechazo por parte de los seres humanos de aceptar su condición de criaturas con las limitaciones naturales que ello implica. En ese estado de rebelión, los seres humanos se niegan a depender de un Dios creador y providencial: Consideran que depender del amor creador de Dios es algo impuesto desde afuera. No sería libre, por tanto, quien está sometido a la ley natural que no permite la autodeterminación absoluta, quien debe estar debajo de una voluntad distinta de la propia. Los Diez Mandamientos constituirían obstáculos para la libertad, como toda autoridad obstaculizaría también tal libertad.
¡Necios! Los seres humanos nos somos sino barro en las manos de Dios. Dios rige nuestras vidas y todo cuanto existe, porque Él es el Creador de todo el universo y sin Él no podemos hacer nada. Apartados de Dios no servimos para otra cosa que para echarnos al fuego del infierno.
Juan 15:5-7
La verdadera libertad siempre está supeditada a la voluntad de Dios: a la caridad y al bien; al amor a Dios sobre todas las cosas, al cumplimiento de sus mandamientos y al amor al prójimo. Dios ha dado sus mandamientos de manera soberana, mandamientos independientes del tiempo y espacio, de región y raza. De la totalidad de sus derechos de Creador dimana esencialmente su exigencia de una obediencia absoluta por parte de los individuos y de toda la sociedad. Y esta exigencia de una obediencia absoluta se extiende a todas las esferas de la vida, en las que cuestiones de orden moral reclaman la conformidad con la ley divina y, por esto mismo, la armonía de los mudables ordenamientos humanos con el conjunto de los inmutables ordenamientos divinos.
La soberanía de la voluntad, sea la del individuo, la de la sociedad o la del Estado, afirma la libertad respecto de Dios y la liberación de su Ley Eterna. Todas las ideologías políticas que surgieron después de la Revolución Liberal no son otra cosa que estructuras de pecado: liberalismo, nacionalismo, socialismo, comunismo, anarquismo, fascismo, nazismo…
De hecho, en la «bendición que vale para todas las religiones» y que el Papa se sacó de la manga en Yakata, se dice:
«Aquí vosotros sois de diversas religiones, pero tenemos un solo dios, es sólo uno (¿Jesucristo?). Y en unión, en silencio, oraremos al señor y daré una bendición para todos, una bendición válida para todas las religiones. Que Dios (¿Qué Dios?) bendiga a cada uno de ustedes. Que Él bendiga todos tus deseos. Que Él bendiga a vuestras familias. Que Él te bendiga el presente. Que Él bendiga tu futuro. Amén».
Ni rastro de la Santísima Trinidad.
Fíjense en el detalle: «Que Él bendiga todos tus deseos». Es el anti-Padrenuestro. Ya no tenemos que cumplir la voluntad de Dios ni sus mandamientos, ni vivir en caridad y gracia de Dios, sino que ahora Dios es como el genio de la lámpara que bendice nuestros deseos. ¿Sean los que sean esos deseos? ¿incluidos los pecados de adulterio, fornicación, robo o asesinato?
Estas afirmaciones son heréticas hasta más no poder. Pero no es la única herejía del Papa Francisco:
En Amoris Laeticia abre la puerta a que se autorice a los divorciados católicos vueltos a casar por la vía civil a que puedan comulgar, como si estuvieran en gracia de Dios, estando, como están en pecado mortal por adulterio. Ese permiso se extiende de hecho a cualquier persona que se encuentre en una situación irregular: homosexuales que viven en pareja, parejas de hecho, etc. Supongo que todos los modelos de familia de la barbarie woke tendrán cabida en esta posibilidad de comulgar.
Con la ‘Fiducia supplicans’ del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, aprobada por el Papa, será posible bendecir parejas formadas por personas del mismo sexo, pero al margen de cualquier ritualización e imitación del matrimonio. La doctrina sobre el matrimonio no cambia, bendecir no significa aprobar la unión». Eso afirmaba Vatican News. Pero, en realidad, ¿no les parece el primer paso para casar a los homosexuales por la Iglesia? ¿Cuánto van a tardar?
En definitiva, quienes viven públicamente en pecado mortal pueden comulgar y recibir la bendición de la Iglesia. Francisco ha afirmado en más de una ocasión que: «La Eucaristía no es el premio de los santos, es el Pan de los pecadores». Sumemos otra herejía al saco.
Escribe Santo Tomás de Aquino:
Una persona que no tiene la intención de cambiar su vida y abandonar el pecado público no debe recibir la Sagrada Comunión ni la absolución.
Como dice el Levítico: «ninguno que tenga mancha ha de acercarse al altar» (21,16). No existe el derecho a comulgar en pecado mortal: comulgar sin estar en gracia de Dios es sacrilegio y blasfemia. Quienes comulgan en pecado mortal «crucifican de nuevo en sí mismos al Hijo de Dios y lo exponen al escarnio» (He 6,6).
La Eucaristía es el sacramento de la caridad y de la unidad de la Iglesia, como dice San Agustín; y estando en pecador, sin caridad y separado, con toda razón, de la unidad de la Iglesia, si se llegase a este sacramento, cometería una falsedad, dando a entender que tiene la caridad que no tiene. Por lo que incurre en sacrilegio como violador del sacramento y, consiguientemente, peca mortalmente.
Algunos objetan que la comunión del Cuerpo de Cristo es una medicina espiritual y que la medicina se da a los enfermos para que se curen, según aquello de Mt 9,12: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Y como los enfermos o indispuestos espiritualmente son los pecadores, podrían recibir la comunión sacramental sin culpa quienes viven en pecado mortal (herejía de las gordas). Aducen así que la eucaristía no es el premio de los santos, sino el Pan de los pecadores, induciendo de esta manera al sacrilegio y a la perdición de las almas.
Pero ante este error, contesta Santo Tomás de Aquino:
No todas las medicinas son buenas para todas las enfermedades. Porque una medicina que se da a quienes se han librado de la fiebre para fortalecerles, dañaría a los que tienen fiebre todavía. Pues así, el bautismo y la penitencia son como medicinas purgativas, que se suministran para quitar la fiebre del pecado. Mientras que este sacramento (la santa comunión) es una medicina reconfortante que no debe suministrarse más que a los que se han librado del pecado.
Afirmar que una persona que vive en adulterio público, o en cualquier otro pecado mortal, puede estar al mismo tiempo en gracia de Dios y comulgar sin problema es otra herejía como la copa de un pino. Y quien comulga así comulga su propia condenación.
Claro está que, para aceptar las palabras del Doctor Angélico, hay que empezar por creer en la transubstanciación y en que la Hostia consagrada es Cristo mismo que se no da como alimento de salvación. La comunión es exclusivamente para quienes viven en gracia de Dios: es el alimento de los santos: no de los pecadores.
Lo que Dios dice que es pecado mortal es pecado mortal y nadie puede derogar los mandamientos ni manipular los dogmas ni enmendarlos. Lo que es pecado es pecado. Y el pecado mortal te quita la gracia santificante y te condena a las penas del infierno. Esa es nuestra fe.
Quien se rebela contra Dios es un réprobo impío. Quien es enemigo de Dios es enemigo de cualquier discípulo de Cristo y es enemigo mío. La libertad no es un fin en sí mismo. Es un medio para un fin: el de la salvación del alma. Somos libres para el bien, somos libres para el amor verdadero, somos libres para buscar y seguir la Verdad, que es Dios mismo, Sabiduría absoluta, Logos eterno, Bien eterno.
Pero ¿cree el Papa Francisco que Jesús es Dios?
Artículo de Roberto de Mattei de 14/10/2019, tomado de Adelante la fe:
«Eugenio Scalfari, ex director de La Reppublica, publicó el martes pasado un artículo en el que afirmaba:
«Quienes, como me ha sucedido a mí muchas veces, hemos tenido la suerte de encontrarnos con él (con el Papa) y conversar en la mayor intimidad cultural, sabemos que para el papa Francisco Jesús de Nazaret no es Dios, sino hombre. Una vez encarnado, Jesús dejó de ser Dios y se hizo hombre hasta su muerte en la Cruz.»
Vemos como un periodista de primerísima fila declara en uno de los diarios con más difusión en Italia que el papa Francisco no cree en la divinidad de Jesucristo. De ser cierto, Francisco sería formalmente un hereje, como los arrianos, ebionitas y socinianos.
Añade Scalfari que cuando le tocó hablar de ello, el Papa le habría dicho: «Son la prueba irrefutable de que una vez que Jesús de Nazaret se hizo hombre, si bien un hombre de virtudes excepcionales, no era Dios ni mucho menos». Esta afirmación corrobora la herejía, y le agrega además el siguiente concepto: que la prueba de que Jesucristo no es el Hijo de Dios nos la da el Papa; es decir, el Vicario de Cristo, no cree en su divinidad».
Por ese motivo, el Papa Francisco apenas nombra a Cristo. Él se refiere a un Dios indefinido que es el mismo para los cristianos que para los sijs, lo mahometanos o los hinduistas (y eso que estos son politeístas). De ahí que todas las religiones son igualmente caminos que conducen al mismo Dios y a la salvación. ¿Admitiría un musulmán que Cristo es Dios? ¿O un hinduista? Ni de broma. Pero si quitamos a Cristo de en medio y con Él, la cruz, podemos llegar a un cierto consenso y evitamos eso de “mi religión es más importante que la tuya”, “La mía es la verdadera, en cambio la tuya no es verdadera”. Para el Papa todas las religiones son igual de verdaderas, por eso Jesús no puede ser verdadero Dios y verdadero hombre, sino tan solo un hombre más con ciertas cualidades excepcionales.
Es un caso semejante al del obispo de Toledo don Oppas en Covadonga en el siglo VIII. Solo un puñado de hombres, con la Cruz como bandera, hacen frente al poderoso ejército sarraceno y lo derrotan. Un milagro.
Sí. Un milagro. Sobre todo teniendo en cuenta la situación de la Iglesia Toledana en este momento histórico. Así lo cuenta José Javier Esparza en su magnífica obra de divulgación histórica titulada La gran aventura del Reino de Asturias:
«A la llegada de los moros, la Iglesia española atraviesa una seria crisis doctrinal. Hay desde antiguo una herejía, el adopcionismo, que sostiene que Cristo no es Dios, sino un hombre adoptado por Dios – literalmente, un hijo adoptivo, divinizado después de la muerte – y, que niega así la Encarnación. Esta herejía sintoniza particularmente con la visión islámica de las cosas, donde Jesús no es Dios, sino un profeta más de esa lista de elegidos que concluye con Mahoma. Por otra parte, esa nueva versión de la herejía adopcionista enlaza con aquella otra del arrianismo, muy extendida entre los visigodos. Por eso habrá una inmediata simpatía política entre ciertas élites godas y los invasores islámicos. Tanta que veremos a un obispo toledano, Don Oppas, intervenir en Covadonga al lado de los sarracenos contra los rebeldes cristianos».
Los cristianos eran pocos y hay un enemigo interno que juega el papel de quintacolumnista. Los herejes son colaboracionistas de los poderosos: ¿les suena esta situación? ¿No les parece algo muy, muy actual? El Papa no es católico, ni siquiera cristiano. La mayor parte de los cardenales y obispos son modernistas, arrianos, impíos, herejes… Cobardes que se callan como putas bien pagadas por miedo a perder sus privilegios, sus cargos y sus sueldos; o bien cómplices de la demolición de la moral y de la doctrina cristiana. Los buenos pastores son apartados y cancelados. Y en su lugar, los herejes y los impíos ocupan los cargos de mayor responsabilidad para ir carcomiendo la doctrina de la Iglesia desde dentro. De la Iglesia católica tomada al asalto por los herejes sólo queda el cascarón, vacío de santidad, y repleto de podredumbre, de fornicarios, de sodomitas, de afeminados, de corruptos, de ladrones, de herejes y cismáticos. El poder lo han tomado al asalto los impíos que están dispuestos a justificar el aborto o la eutanasia. Pero la Iglesia Católica no será destruida ni por un Papa hereje ni por una camarilla de aduladores como el cardenal Tucho o el arzobispo Vincenzo Paglia; James Martin s j, el P. Ángel o la monja Caram, de la que se rumorea que puede ser nombrada nuncia en España o portavoz del Vaticano. Llegado el caso, sería muy divertido ver y escuchar a la monja hereje,
¿Cuántos obispos o cardenales salieron a la palestra a defender la verdadera fe, frente al indiferentismo predicado por Francisco? Yo sólo he visto a dos:
El arzobispo emérito de Filadelfia, Charles Chaput, que escribe: «Sugerir, aunque sea de manera vaga, que los católicos caminan por un camino más o menos similar hacia Dios como el de otras religiones despoja de su significado al martirio. ¿Por qué dar la vida por Cristo si otros caminos también nos llevan al mismo Dios? Tal sacrificio sería insensato».
En la película Silencio de Scorsese, que contó con el asesoramiento del hereje P. James Martin, – muy bien recibida e incluso aplaudida por el Vaticano – se dice esto mismo:
En la película de Scorsese la iglesia modernista es la que representan Rodrigues y Ferreira. Es una iglesia que se rinde ante los inquisidores de este mundo que la incitan a apostatar. “Apostata. Pisa a Jesús. No pasa nada. Es sólo una imagen. ¡Vamos: un poquito! Sé libre. ¡Písala ya! Y si pisar a Cristo no es suficiente prueba de apostasía, escupe al crucifijo y di que la Santísima Virgen María es una puta. ¿Qué tiene de malo pisar una imagen si a cambio salvas tu vida y la de otros inocentes? El fin justifica los medios”.
A las dos horas y cuatro minutos de película, el traductor que dialoga con Rodrigues y trata de convencerlo de que apostate, hace una serie de afirmaciones clave para entender la película y también lo que está pasando hoy en la Iglesia. Se dirige al P. Sebastián y le pone a Ferreira como ejemplo de apóstata. Dice el intérprete:
“Ahora [Ferreira ]es Sawano Chuan, un hombre que ha encontrado la paz. Deje que le guíe a lo largo del su camino, el camino de la piedad (¡A la mayor impiedad la llama “piedad”! ¿Cabe mayor perversión?). No tiene por qué abandonarse a sí mismo. Nadie debería interferir en el espíritu de otro hombre (prohibido el proselitismo). Para ayudar a otros está el camino de Buda. Y su camino también. Ambas religiones afirman lo mismo. No es en absoluto necesario ganarse a la gente hacia un bando u otro cuando hay tanto que compartir”.
Todas las religiones son iguales en el fondo: no hagas apología ni proselitismo. No evangelices. Apostata. Vive y deja vivir.
Ferreira, en diálogo con Rodrigues, reafirma esta misma idea:
– Que Dios se apiade de usted – dice Sebastián.
– ¿Qué Dios? ¿Cuál de ellos? Se pueden mover montañas y ríos pero la naturaleza humana no se puede mover (niega la doctrina católica de la gracia).
Más tarde, Ferreira afirma: “Él está callado pero tú no tienes por qué. Si Cristo estuviera aquí habría actuado apostatando por su bien. Ahora vas a consumar el acto de amor más doloroso que ha existido nunca. Sólo es un formalismo. Sólo eso”.
¡La apostasía se presenta como un acto de amor y de piedad! Así la presentan los modernistas.
En la cárcel, Rodrigues reza: “Dios, ayúdame. Moriría por ti, si te conociera. ¿Estás aquí conmigo?” El P. Sebastián Rodrigues no cree en Dios. No lo conoce. No lo ve en la Santa Misa. No es capaz de escuchar su Palabra en las Sagradas Escrituras. Es sacerdote pero no tiene fe. La iglesia de Ferreira y de Rodrigues es una farsa. No creen en nada en realidad. Hacen como que creen, pero carecen de fe. No creen que después de la muerte haya un cielo o un infierno. No tienen temor de Dios. El fin justifica los medios. Todo vale con tal de no sufrir o con tal de evitar el sufrimiento de otros. ¡Cuántos sacerdotes han renunciado a su fe y han pisoteado a Cristo en nombre de una supuesta opción por los pobres y por los que sufren! Dicen que Cristo está en los que sufren, pero a la vez lo pisotean y rechazan la presencia del Señor en el Sagrario, en los sacramentos de la Iglesia…
Y al final de la película, “dios” va y le habla al P. Sebastián Rodrigues, sj. ¿Pero no habíamos quedado en que el problema está en el silencio de Dios? Pues no. Va ese supuesto “dios” y le dice:
“Adelante. ¡Vamos! No pasa nada. Písame. Entiendo tu dolor. Yo nací en este mundo para compartir el dolor de los hombres. Cargué con esta cruz por tu dolor. Tu vida ya está conmigo. ¡Pisa!”
Hay una iglesia falsa que no sabe discernir, que no sabe distinguir la Palabra de Dios de la tentación de Satanás. Es la Serpiente la que incita a la apostasía. Es el Demonio quien tienta al hombre a la apostasía, ofreciéndole a cambio una vida tranquila, riquezas, poder, lujos, placeres… Nos ofrece estar a bien con el mundo. “¿Para qué sufrir por Cristo? Sé como el mundo, sé como todo el mundo. Acepta el aborto, aplaude el matrimonio homosexual y repite lo que manda el gran inquisidor: todo vale, todo es bueno, todo es normal ¿quién eres tú para juzgar? No hay nada que sea pecado, nada que sea aberrante. Pisotea a Cristo. Di que tú opinas que es la Santísima Virgen María era una muchacha normal y corriente que se ha quedado embarazada fuera del matrimonio (y por lo tanto en pecado mortal). Apostata. No pasa nada. ¿Para qué vas a sufrir? ¿Por qué seguir a Cristo si eso no te va a servir nada más que para que se burlen de ti, para que te desprecien, para que te insulten, para que te multen, para que te inhabiliten, para que te cierren el Colegio…? Renuncia a Cristo… Si al final, todas las religiones dicen lo mismo… Lo importante es el amor, la tolerancia, vivir en paz… ¿Qué falta hace meterse en problemas? ¿Por qué empeñarse en advertir de que el pecado conduce al infierno? ¿No es mejor decir que todos van a ir al cielo y que no hay infierno? ¿No es más simpático y agradable? ¿No es mejor dejar que el pensamiento único se imponga en los colegios católicos, aunque vaya en contra de la Verdad, que es Cristo? ¡Apostata! Sólo es un formalismo. Lo importante es el amor. Si lo que Dios dice que es pecado mortal ahora resulta que es lo más aconsejable, pues escupamos a Nuestro Señor: si se quieren, ¿por qué no se van a poder casar? ¿por qué no casar a los LGTBI por la Iglesia? Lo único importante es que nos amemos. Nada de proselitismo ni de poner a unos contra otros. No es necesario ganarse a la gente hacia un bando u otro cuando tenemos tanto que compartir. Todas las religiones afirman lo mismo…».
La verdadera Iglesia es la que se mantiene en la fe verdadera y acepta el martirio. La iglesia modernista conduce a la apostasía y pacta con el gran inquisidor, con los iluminados, con Satanás. Los modernistas son siervos del Demonio.
Y el otro arzobispo, castigado y apartado de su diócesis, Monseñor Strickland, también levantó su voz y advierte que negar a Cristo como “único camino a Dios” es un rechazo al catolicismo y “se llama herejía”. Y añade, enlazando al documento del Vaticano de agosto de 2000 Dominus Jesus. “El único camino hacia Dios Padre es a través de Su Hijo Jesucristo. “Negarlo es negar la fe católica, esto se llama herejía”.
Como decía San Basilio:
«Las doctrinas de la verdadera religión están derrocadas. Las leyes de la Iglesia están en confusión. La ambición de hombres que no temen a Dios se apresura a ocupar altos cargos en la Iglesia, y el cargo elevado ahora es conocido públicamente como el premio de la impiedad. El resultado es que cuanto más blasfema un hombre, más apto lo considera la gente para ser obispo. La dignidad clerical es cosa del pasado. Hay una completa falta de hombres que pastoreen el rebaño del Señor con conocimiento. Los eclesiásticos en autoridad tienen miedo de hablar, ya que aquellos que han alcanzado el poder por interés humano son esclavos de aquellos a quienes deben su avance. La fe es incierta; las almas están empapadas en la ignorancia porque los adulteradores de la palabra imitan la verdad. Las bocas de los verdaderos creyentes están mudas, mientras que cada lengua blasfema ondea libremente; las cosas sagradas son pisoteadas». (Ep. 92).
En el siglo VIII, también había obispos herejes, como el de Toledo, Elipando. Una minoría insignificante de cristianos, un resto fiel, luchando bajo el signo de la Cruz, fueron capaces de derrotar a los poderosos de su época; poderosos que estaban apoyados por todos los herejes, los apóstatas y los colaboracionistas del sistema. Y todo ello bajo el amparo de la Virgen María, bajo su advocación de Covadonga.
La Virgen de Fátima nos lo prometió: “Al final mi Corazón Inmaculado triunfará”.
Y también el P. Hoyos, el 14 de mayo de 1733, fiesta de la Ascensión, recibió la gran promesa:
“Después de comulgar, refiere Bernardo, tuve la misma visión del Corazón… rodeado con la corona de espinas y con una cruz en la extremidad de arriba… Dióme a entender que no se me daban a gustar las riquezas de este Corazón para mí solo, sino que por mí las gustasen otros. Pedí a toda la Santísima Trinidad la consecución de nuestros deseos. Y pidiendo está fiesta (del Corazón de Jesús) en especial para España, en que ni aun memoria parece que hay de ella, me dijo Jesús: REINARÉ EN ESPAÑA Y CON MÁS VENERACIÓN QUE EN OTRAS PARTES”.
Queda un resto remanente, fiel al Señor, que es el Camino, la Verdad y la Vida. Somos pocos pero contamos con Cristo Rey, con el Señor del Universo, combatiendo a nuestro lado bajo el estandarte de la Cruz. Y contamos con el amparo y la protección de nuestra Reina, la Santísima Virgen María, la Inmaculada Concepción. ¿Qué vamos a temer? ¿Vamos a retirarnos sin luchar? No mientras nos quede una piedra por tirar. Yo soy asturiano. Soy de Cristo. Él es nuestra esperanza.
Como señala Javier Barraycoa, “la gran tentación que nos pondrá el diablo será la sensación de estar solos y ser “raros”. ¿Qué importa? Como dice Roberto de Mattei , «la civilización cristiana no es un sueño que pasó a la historia, sino la solución a la crisis de un mundo en descomposición; es el reinado de Jesús y de María en las almas y en la sociedad».
Por resumir, hoy la Iglesia Católica es un dos en una. Podemos diferenciar claramente dos Iglesias:
La Anti-Iglesia liberal (muy mayoritaria por el trabajo de demolición puesto en marcha por el Concilio Vaticano II) coloca al hombre en el centro y tiene como cabeza a Satanás. Y la Serpiente sigue prometiendo al hombre aquello de «seréis como Dios», capaces por vosotros mismos de decidir lo que está bien y lo que está mal (es la moral autónoma e individual de los liberales): cada uno que haga lo que quiera, sin respetar la ley de Dios. Todas las religiones valen lo mismo y todas conducen a la salvación.
Los católicos liberales se consideran soberanos y dueños de sí mismos; y así, ponen su propia voluntad por encima de la de Dios. Y así, fundamentan su fe, no en la autoridad de Dios, infinitamente veraz e infalible, que se ha dignado revelarnos el camino único que nos ha de conducir a la bienaventuranza sobrenatural, sino en la libre apreciación de su juicio individual que le dicta al hombre ser mejor esta creencia que otra cualquiera; es decir, que su voluntad y su libertad se constituyen en leyes supremas. Juzgan su inteligencia libre de creer o de no creer y juzgan asimismo libre la de todos los demás. En la incredulidad, pues, no ven un vicio, enfermedad o ceguera voluntaria del entendimiento o del corazón, sino un acto lícito de la jurisdicción interna de cada uno, tan dueño en eso de creer, como en no admitir creencia alguna. En cualquier caso, el hombre es soberano y dueño y señor de su vida. Y Dios no pinta nada. Los Liberales niegan que Dios sea la sabiduría suma y que tenga el poder de dictar leyes. Se niegan a reconocer la santidad de Dios y a adorarlo como Él merece. Niegan que Dios sea el Creador y que tenga derecho a exigir obediencia de Sus criaturas. Por fin, niegan la bondad suprema de Dios y no reconocen que todo lo bueno proviene de Él y que no puede haber otra fuente de bondad más que Dios.
Pero Lucifer es un mentiroso. Porque el hombre nada puede hacer sin Dios.
Y si el hombre es soberano y dueño y señor de sí mismo; si el hombre se rebela contra su Creador y Señor, no es de extrañar la podredumbre de sociedad que tenemos. Donde Cristo no es Señor, es Lucifer quien toma el mando. Y Lucifer odia a Dios y odia a los hombres. Por eso no es extraño que todas las leyes acaben con la muerte de seres humanos inocentes o con la perversión de los niños. El mal se convierte en derecho humano; la indecencia, en norma; la caridad y la verdad, en delitos de odio; y Dios, en una fantasía semejante a los unicornios o a los elfos: algo ridículo y despreciable. El bien y la virtud son objeto de mofa, mientras los vicios se alaban y los pecados más espantosos son objetos de orgullo.
Y la Iglesia Católica, (que subsiste bajo la misma denominación que la Anti-Iglesia Luciferina), que tiene como centro y único Señor a Jesucristo, que es temerosa de Dios, vive en gracia, cumple los Mandamientos y recurre a los sacramentos para que Dios perdones sus pecados y nos lleve a la vida eterna, alimentados por su Cuerpo y por su Sangre. La Iglesia verdadera de Jesucristo «subsiste» a duras penas dentro de la Iglesia Católica, okupada por los herejes modernistas. Pero las puertas del Infierno no prevalecerán. Satanás y los suyos ya han sido derrotados por Cristo en la Cruz, con su muerte y resurrección. ¿Que seremos perseguidos? No cabe la menor duda y ya nuestro Señor nos lo anunció.
«Bienaventurados serán cuando los insulten y persigan, y digan todo género de mal contra ustedes falsamente, por causa de Mí. Regocíjense y alégrense, porque la recompensa de ustedes en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que ustedes».
Lectura del libro de la Sabiduría (2,12.17-20):
Se dijeron los impíos: «Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida. Si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos; lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él.
Pero si alguno os predica otro evangelio distinto del que habéis recibido, sea anatema.
APÉNDICE
REFUTACIÓN DE LA HEREJÍA DEL INDIFERENTISMO DE FRANCISCO
Sagradas Escrituras
Nahum 1
Yahvé es un Dios celoso y vengador, es vengador Yahvé y pronto a la ira; Yahvé se venga de sus enemigos y es inflexible para sus adversarios. 3 Yahvé es paciente y grande en poderío y no deja a nadie impune. Marcha en el torbellino y en la tempestad, y las nubes son el polvo de sus pies.
4 Amenaza a los mares y los seca y agota los ríos todos. El Basan y el Carmelo desfallecen y se marchita el verdor del Líbano.
5 Tiemblan los montes ante El y se disuelven los collados. Se agita la tierra ante El, el orbe y cuantos lo habitan.
6 ¿Quién podrá permanecer ante su ira? ¿Quién arrostrará el ardor de su cólera? Su furor se difunde como fuego y ante Él se quebrantan las rocas.
7 Es bueno Yahvé como protección en el día de la angustia, y conoce a los que a Él se acogen.
8 Cuando sobreviene la inundación, aniquila a los que se dirigen contra Él y a sus enemigos los lanza a las tinieblas.
9 ¿Qué maquináis contra Yahvé? Él va a producir completo estrago, no se levantará dos veces la opresión.
10 Pues aunque sean como zarzas enmarañadas y estén embebidos en su embriaguez, serán devorados enteramente como paja seca.
Éxodo 34
13 Derribad sus altares, romped sus cipos y destrozad sus “aseras.”
14 No adores otro Dios que yo, porque Yahvé se llama celoso, es un Dios celoso.
15 No pactes con los habitantes de esa tierra, no sea que al prostituirse ellos ante sus dioses, ofreciéndoles sacrificios, te inviten, y comas de sus sacrificios,
16 y tomes a sus hijas para tus hijos, y sus hijas, al prostituirse ante sus dioses, arrastren a tus hijos a prostituirse también ellos ante sus dioses.
17 No te harás dioses de metal fundido.
Deuteronomio 5:8-10
No te harás ídolos, no adorarás imágenes; sean de hombre o mujer, de aves, de animales o de peces. No te inclinarás delante de imagen alguna para adorarla de ninguna forma, porque yo, el SEÑOR tu Dios; soy un Dios celoso.
I Jn 5, 20
Y sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento a fin de que conozcamos al que es verdadero; y nosotros estamos en aquel que es verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna.
Carta a los Efesios
Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a la que ustedes han sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida; hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo.
Juan 14
Le dice Jesús: ‘Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.
7 Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto.’
8 Le dice Felipe: ‘Señor, muéstranos al Padre y nos basta.’
9 Le dice Jesús: ‘¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’?
10 ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras.
11 Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras.
Mateo 2
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Hebreos 13:15
Así que ofrezcamos continuamente a Dios, por medio de Jesucristo, un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que confiesan su nombre.
Filipenses 1
19 Porque sé que esto redundará en ventaja mía por vuestras oraciones y por la donación del Espíritu de Jesucristo, según mi constante esperanza de que en nada quedaré confundido;’
20 antes con entera libertad, como siempre, también ahora, Cristo será glorificado en mi cuerpo, o por vida, o por muerte.
21 Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir, ganancia.
Filipenses 2
5 Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo:
6 El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios.
7 Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre;
8 y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz.
9 Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre.
10 Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos,
11 y toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre.
Efesios 1
1 Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús.
2 Gracia a vosotros y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo;
4 por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor;
5 eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad,
6 para alabanza de la gloria de su gracia con la que nos agració en el Amado.
7 En él tenemos por medio de su sangre la redención, el perdón de los delitos, según la riqueza de su gracia 8 que ha prodigado sobre nosotros en toda sabiduría e inteligencia, 9 dándonos a conocer el misterio de su voluntad según el benévolo designio que en él se propuso de antemano, 10 para realizarlo en la plenitud de los tiempos: hacer que todo tenga a Cristo por cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra.
11 A él, por quien somos herederos, elegidos de antemano según el previo designio del que realiza todo conforme a la decisión de su voluntad, 12 para ser nosotros alabanza de su gloria, los que ya antes esperábamos en Cristo.
13 En él también vosotros, tras haber oído la Palabra de la verdad, el Evangelio de vuestra salvación, y creído también en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, 14 que es prenda de nuestra herencia, para la redención del pueblo de su posesión, para alabanza de su gloria.
15 Por eso, también yo, al tener noticia de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestra caridad para con todos los santos, 16 no ceso de dar gracias por vosotros recordándoos en mis oraciones, 17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente; 18 iluminando los ojos de vuestro corazón para que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por él; cuál la riqueza de la gloria otorgada por él en herencia a los santos, 19 y cuál la soberana grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes, conforme a la eficacia de su fuerza poderosa, 20 que desplegó en Cristo, resucitándole de entre los muertos y sentándole a su diestra en los cielos, 21 por encima de todo principado, potestad, virtud, dominación y de todo cuanto tiene nombre no sólo en este mundo sino también en el venidero.
22 Sometió todo bajo sus pies y le constituyó cabeza suprema de la Iglesia, 23 que es su cuerpo, la plenitud del que lo llena todo en todo.
Apocalipsis 1
1 Apocalipsis de Jesucristo, que, para instruir a sus siervos sobre las cosas que han de suceder pronto, ha dado Dios a conocer por su ángel a su siervo Juan,
2 el cual da testimonio de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo, de todo lo que él ha visto.
MAGISTERIO CONTRA EL LIBERALISMO Y EL INDIFERENTISMO RELIGIOSO
Syllabus complectens praecipuos nostrae aetatis errores
Índice de los principales errores de nuestro siglo
ya notados en las Alocuciones Consistoriales y otras Letras Apostólicas de Nuestro Santísimo Padre Pío IX
§ I. Panteísmo, Naturalismo y Racionalismo absolut
I. No existe ningún Ser divino [Numen divinum], supremo, sapientísimo, providentísimo, distinto de este universo, y Dios no es más que la naturaleza misma de las cosas, sujeto por lo tanto a mudanzas, y Dios realmente se hace en el hombre y en el mundo, y todas las cosas son Dios, y tienen la misma idéntica sustancia que Dios; y Dios es una sola y misma cosa con el mundo, y de aquí que sean también una sola y misma cosa el espíritu y la materia, la necesidad y la libertad, lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto.
(Alocución Maxima quidem, 9 junio 1862)
II. Dios no ejerce ninguna manera de acción sobre los hombres ni sobre el mundo.
(Alocución Maxima quidem, 9 junio 1862)
III. La razón humana es el único juez de lo verdadero y de lo falso, del bien y del mal, con absoluta independencia de Dios; es la ley de sí misma, y le bastan sus solas fuerzas naturales para procurar el bien de los hombres y de los pueblos.
(Alocución Maxima quidem, 9 junio 1862)
IV. Todas las verdades religiosas dimanan de la fuerza nativa de la razón humana; por donde la razón es la norma primera por medio de la cual puede y debe el hombre alcanzar todas las verdades, de cualquier especie que estas sean.
(Encíclica Qui pluribus, 9 noviembre 1846)
(Encíclica Singulari quidem, 17 Marzo 1856)
(Alocución Maxima quidem, 9 junio 1862)
V. La revelación divina es imperfecta, y está por consiguiente sujeta a un progreso continuo e indefinido correspondiente al progreso de la razón humana.
(Encíclica Qui pluribus, 9 noviembre 1846)
(Alocución Maxima quidem, 9 junio 1862)
VI. La fe de Cristo se opone a la humana razón; y la revelación divina no solamente no aprovecha nada, pero también daña a la perfección del hombre.
(Encíclica Qui pluribus, 9 noviembre 1846)
(Alocución Maxima quidem, 9 junio 1862)
VII. Las profecías y los milagros expuestos y narrados en la Sagrada Escritura son ficciones poéticas, y los misterios de la fe cristiana resultado de investigaciones filosóficas; y en los libros del antiguo y del nuevo Testamento se encierran mitos; y el mismo Jesucristo es una invención de esta especie.
(Encíclica Qui pluribus, 9 noviembre 1846)
(Alocución Maxima quidem, 9 junio 1862)
§ II. Racionalismo moderado
VIII. Equiparándose la razón humana a la misma religión, síguese que la ciencias teológicas deben de ser tratadas exactamente lo mismo que las filosóficas.
(Alocución Singulari quadam perfusi, 9 diciembre 1854)
IX. Todos los dogmas de la religión cristiana sin distinción alguna son objeto del saber natural, o sea de la filosofía, y la razón humana históricamente sólo cultivada puede llegar con sus solas fuerzas y principios a la verdadera ciencia de todos los dogmas, aun los más recónditos, con tal que hayan sido propuestos a la misma razón.
(Carta al Arzobispo de Frisinga Gravissimas, 11 diciembre 1863)
(Carta al mismo Tuas libenter, 21 diciembre 1863)
X. Siendo una cosa el filósofo y otra cosa distinta la filosofía, aquel tiene el derecho y la obligación de someterse a la autoridad que él mismo ha probado ser la verdadera; pero la filosofía no puede ni debe someterse a ninguna autoridad.
(Carta al Arzobispo de Frisinga Gravissimas, 11 diciembre 1863)
(Carta al mismo Tuas libenter, 21 diciembre 1863)
XI. La Iglesia no sólo debe corregir jamas a la filosofía, pero también debe tolerar sus errores y dejar que ella se corrija a sí propia.
(Carta al Arzobispo de Frisinga Gravissimas, 11 diciembre 1863)
XII. Los decretos de la Sede apostólica y de las Congregaciones romanas impiden el libre progreso de la ciencia.
(Carta al Arzobispo de Frisinga Tuas libenter, 21 diciembre 1863)
XIII. El método y los principios con que los antiguos doctores escolásticos cultivaron la Teología, no están de ningún modo en armonía con las necesidades de nuestros tiempos ni con el progreso de las ciencias.
(Carta al Arzobispo de Frisinga Tuas libenter, 21 diciembre 1863)
XIV. La filosofía debe tratarse sin mirar a la sobrenatural revelación.
(Carta al Arzobispo de Frisinga Tuas libenter, 21 diciembre 1863)
N. B. Con el sistema del racionalismo están unidos en gran parte los errores de Antonio Günter, condenados en la carta al Cardenal Arzobispo de Colonia Eximiam tuam de 15 de junio de 1847, y en la carta al Obispo de Breslau Dolore haud mediocri, 30 de abril de 1860.
§ III. Indiferentismo. Latitudinarismo
XV. Todo hombre es libre para abrazar y profesar la religión que guiado de la luz de la razón juzgare por verdadera.
(Letras Apostólicas Multiplices inter, 10 junio 1851)
(Alocución Maxima quidem, 9 junio 1862)
XVI. En el culto de cualquiera religión pueden los hombres hallar el camino de la salud eterna y conseguir la eterna salvación.
(Encíclica Qui pluribus, 9 noviembre 1846)
(Alocución Ubi primum, 17 diciembre 1847)
Encíclica Singulari quidem, 17 Marzo 1856)
XVII. Es bien por lo menos esperar la eterna salvación de todos aquellos que no están en la verdadera Iglesia de Cristo.
(Alocución Singulari quadam, 9 diciembre 1854)
(Encíclica Quanto conficiamur 17 agosto 1863)
XVIII. El protestantismo no es más que una forma diversa de la misma verdadera Religión cristiana, en la cual, lo mismo que en la Iglesia, es posible agradar a Dios.
(Encíclica Noscitis et Nobiscum 8 diciembre 1849)
§ IV. Socialismo, Comunismo, Sociedades secretas, Sociedades bíblicas, Sociedades clérico-liberales
Tales pestilencias han sido muchas veces y con gravísimas sentencias reprobadas en la Encíclica Qui pluribus, 9 de noviembre de 1846; en la Alocución Quibus quantisque, 20 de abril de 1849; en la Encíclica Noscitis et Nobiscum, 8 de diciembre de 1849; en la Alocución Singulari quadam, 9 de diciembre de 1854; en la Encíclica Quanto conficiamur maerore, 10 de agosto de 1863.
§ V. Errores acerca de la Iglesia y sus derechos
XIX. La Iglesia no es una verdadera y perfecta sociedad, completamente libre, ni está provista de sus propios y constantes derechos que le confirió su divino fundador, antes bien corresponde a la potestad civil definir cuales sean los derechos de la Iglesia y los límites dentro de los cuales pueda ejercitarlos.
(Alocución Singulari quadam, 9 diciembre 1854)
(Alocución Multis gravibusque, 17 diciembre 1860)
(Alocución Maxima quidem, 9 junio 1862)
XX. La potestad eclesiástica no debe ejercer su autoridad sin la venia y consentimiento del gobierno civil.
(Alocución Meminit unusquisque, 30 septiembre 1861)
XXI. La Iglesia carece de la potestad de definir dogmáticamente que la Religión de la Iglesia católica sea únicamente la verdadera Religión.
(Letras Apostólicas Multiplices inter, 10 junio 1851)
XXII. La obligación de los maestros y de los escritores católicos se refiere sólo a aquellas materias que por el juicio infalible de la Iglesia son propuestas a todos como dogma de fe para que todos los crean.
(Carta al Arzobispo de Frisinga Tuas libenter, 21 diciembre 1863)
XXIII. Los Romanos Pontífices y los Concilios ecuménicos se salieron de los límites de su potestad, usurparon los derechos de los Príncipes, y aun erraron también en definir las cosas tocantes a la fe y a las costumbres.
(Letras Apostólicas Multiplices inter, 10 junio 1851)
XXIV. La Iglesia no tiene la potestad de emplear la fuerza, ni potestad ninguna temporal directa ni indirecta.
(Letras Apostólicas Ad Apostolicae, 22 agosto 1851)
XXV. Fuera de la potestad inherente al Episcopado, hay otra temporal, concedida a los Obispos expresa o tácitamente por el poder civil, el cual puede por consiguiente revocarla cuando sea de su agrado.
(Letras Apostólicas Ad Apostolicae, 22 agosto 1851)
XXVI. La Iglesia no tiene derecho nativo legítimo de adquirir y poseer.
(Alocución Nunquam fore, 15 diciembre 1856)
(Encíclica Incredibile, 17 septiembre 1863)
XXVII. Los sagrados ministros de la Iglesia y el Romano Pontífice deben ser enteramente excluidos de todo cuidado y dominio de cosas temporales.
(Alocución Maxima quidem, 9 de junio de 1862)
XXVIII. No es lícito a los Obispos, sin licencia del Gobierno, ni siquiera promulgar las Letras apostólicas.
(Alocución Nunquam fore, 15 diciembre 1856)
XXIX. Deben ser tenidas por írritas las gracias otorgadas por el Romano Pontífice cuando no han sido impetradas por medio del Gobierno.
(Alocución Nunquam fore, 15 diciembre 1856)
XXX. La inmunidad de la Iglesia y de las personas eclesiásticas trae su origen del derecho civil.
(Letras Apostólicas Multiplices inter, 10 junio 1851)
XXXI. El fuero eclesiástico en las causas temporales de los clérigos, ahora sean estas civiles, ahora criminales, debe ser completamente abolido aun sin necesidad de consultar a la Sede Apostólica, y a pesar de sus reclamaciones.
(Alocución Acerbissimum, 27 septiembre 1852)
(Alocución Nunquam fore, 15 diciembre 1856)
XXXII. La inmunidad personal, en virtud de la cual los clérigos están libres de quintas y de los ejercicios de la milicia, puede ser abrogada sin violar en ninguna manera el derecho natural ni la equidad; antes el progreso civil reclama esta abrogación, singularmente en las sociedades constituidas según la forma de más libre gobierno.
(Carta al Obispo de Monreale Singularis Nobisque, 27 septiembre 1864)
XXXIII. No pertenece únicamente a la potestad de jurisdicción eclesiástica dirigir en virtud de un derecho propio y nativo la enseñanza de la Teología.
(Letras Apostólicas Ad Apostolicae, 22 agosto 1851)
XXXIV. La doctrina de los que comparan al Romano Pontífice a un Príncipe libre que ejercita su acción en toda la Iglesia, es doctrina que prevaleció en la edad media.
(Letras Apostólicas Ad Apostolicae, 22 agosto 1851)
XXXV. Nada impide que por sentencia de algún Concilio general, o por obra de todos los pueblos, el sumo Pontificado sea trasladado del Obispo romano y de Roma a otro Obispo y a otra ciudad.
(Letras Apostólicas Ad Apostolicae, 22 agosto 1851)
XXXVI. La definición de un Concilio nacional no puede someterse a ningún examen, y la administración civil puede tomarla como norma irreformable de su conducta.
(Letras Apostólicas Ad Apostolicae, 22 agosto 1851)
XXXVII. Pueden ser instituidas Iglesias nacionales no sujetas a la autoridad del Romano Pontífice, y enteramente separadas.
(Alocución Multis gravibusque, 17 diciembre 1860)
(Alocución Jamdudum cernimus, 18 marzo 1861)
XXXVIII. La conducta excesivamente arbitraria de los Romanos Pontífices contribuyó a la división de la Iglesia en oriental y occidental.
(Letras Apostólicas Ad Apostolicae, 22 agosto 1851)
§ VI. Errores tocantes a la sociedad civil considerada en sí misma o en sus relaciones con la Iglesia
XXXIX. El Estado, como origen y fuente de todos los derechos, goza de cierto derecho completamente ilimitado.
(Alocución Maxima quidem, 9 de junio de 1862)
XL. La doctrina de la Iglesia católica es contraria al bien y a los intereses de la sociedad humana.
(Encíclica Qui pluribus, 9 noviembre 1846)
(Alocución Quibus quantisque, 20 abril 1849)
XLI. Corresponde a la potestad civil, aunque la ejercite un Señor infiel, la potestad indirecta negativa sobre las cosas sagradas; y de aquí no sólo el derecho que dicen del Exequatur, sino el derecho que llaman de apelación ab abusu.
(Letras Apostólicas Ad Apostolicae, 22 agosto 1851)
XLII. En caso de colisión entre las leyes de una y otra potestad debe prevalecer el derecho civil.
(Letras Apostólicas Ad Apostolicae, 22 agosto 1851)
XLIII. La potestad secular tiene el derecho de rescindir, declarar nulos y anular sin consentimiento de la Sede Apostólica y aun contra sus mismas reclamaciones los tratados solemnes (por nombre Concordatos) concluidos con la Sede Apostólica en orden al uso de los derechos concernientes a la inmunidad eclesiástica.
(Alocución In consistoriali, 1º noviembre 1850)
(Alocución Multis gravibusque, 17 diciembre 1860)
XLIV. La autoridad civil puede inmiscuirse en las cosas que tocan a la Religión, costumbres y régimen espiritual; y así puede juzgar de las instrucciones que los Pastores de la Iglesia suelen dar para dirigir las conciencias, según lo pide su mismo cargo, y puede asimismo hacer reglamentos para la administración de los sacramentos, y sobre las disposiciones necesarias para recibirlos.
(Alocución In consistoriali, 1º noviembre 1850)
(Alocución Maxima quidem, 9 de junio de 1862)
XLV. Todo el régimen de las escuelas públicas, en donde se forma la juventud de algún estado cristiano, a excepción en algunos puntos de los seminarios episcopales, puede y debe ser de la atribución de la autoridad civil; y de tal manera puede y debe ser de ella, que en ninguna otra autoridad se reconozca el derecho de inmiscuirse en la disciplina de las escuelas, en el régimen de los estudios, en la colación de los grados, ni en la elección y aprobación de los maestros.
(Alocución In consistoriali, 1º noviembre 1850)
(Alocución Quibus luctuosissimis, 5 septiembre 1851)
XLVI. Aun en los mismos seminarios del clero depende de la autoridad civil el orden de los estudios.
(Alocución Nunquam fore, 15 diciembre 1856)
XLVII. La óptima constitución de la sociedad civil exige que las escuelas populares, concurridas de los niños de cualquiera clase del pueblo, y en general los institutos públicos, destinados a la enseñanza de las letras y a otros estudios superiores, y a la educación de la juventud, estén exentos de toda autoridad, acción moderadora e ingerencia de la Iglesia, y que se sometan al pleno arbitrio de la autoridad civil y política, al gusto de los gobernantes, y según la norma de las opiniones corrientes del siglo.
(Carta al Arzobispo de Friburgo Quum non sine, 14 julio 1864)
XLVIII. Los católicos pueden aprobar aquella forma de educar a la juventud, que esté separada, disociada de la fe católica y de la potestad de la Iglesia, y mire solamente a la ciencia de las cosas naturales, y de un modo exclusivo, o por lo menos primario, los fines de la vida civil y terrena.
(Carta al Arzobispo de Friburgo Quum non sine, 14 julio 1864)
XLIX. La autoridad civil puede impedir a los Obispos y a los pueblos fieles la libre y mutua comunicación con el Romano Pontífice.
(Alocución Maxima quidem, 9 de junio de 1862)
L. La autoridad secular tiene por sí el derecho de presentar los Obispos, y puede exigirles que comiencen a administrar la diócesis antes que reciban de la Santa Sede la institución canónica y las letras apostólicas.
(Alocución Nunquam fore, 15 diciembre 1856)
LI. Más aún, el Gobierno laical tiene el derecho de deponer a los Obispos del ejercicio del ministerio pastoral, y no está obligado a obedecer al Romano Pontífice en las cosas tocantes a la institución de los Obispados y de los Obispos.
(Letras Apostólicas Multiplices inter, 10 junio 1851)
(Alocución Acerbissimum, 27 septiembre 1852)
LII. El Gobierno puede, usando de su derecho, variar la edad prescrita por la Iglesia para la profesión religiosa, tanto de las mujeres como de los hombres, e intimar a las comunidades religiosas que no admitan a nadie a los votos solemnes sin su permiso.
(Alocución Nunquam fore, 15 diciembre 1856)
LIII. Deben abrogarse las leyes que pertenecen a la defensa del estado de las comunidades religiosas, y de sus derechos y obligaciones; y aun el Gobierno civil puede venir en auxilio de todos los que quieran dejar la manera de vida religiosa que hubiesen comenzado, y romper sus votos solemnes; y puede igualmente extinguir completamente las mismas comunidades religiosas, como asimismo las Iglesias colegiatas y los beneficios simples, aun los de derecho de patronato, y sujetar y reivindicar sus bienes y rentas a la administración y arbitrio de la potestad civil.
(Alocución Acerbissimum, 27 septiembre 1852)
(Alocución Probe memineritis, 22 enero 1855)
(Alocución Cum saepe, 26 julio 1855)
LIV. Los Reyes y los Príncipes no sólo están exentos de la jurisdicción de la Iglesia, pero también son superiores a la Iglesia en dirimir las cuestiones de jurisdicción.
(Letras Apostólicas Multiplices inter, 10 junio 1851)
LV. Es bien que la Iglesia sea separada del Estado y el Estado de la Iglesia.
(Alocución Acerbissimum, 27 septiembre 1852)
§ VII. Errores acerca de la moral natural y cristiana
LVI. Las leyes de las costumbres no necesitan de la sanción divina, y de ningún modo es preciso que las leyes humanas se conformen con el derecho natural, o reciban de Dios su fuerza de obligar.
(Alocución Maxima quidem, 9 junio 1862)
LVII. La ciencia de las cosas filosóficas y de las costumbres puede y debe declinar o desviarse de la autoridad divina y eclesiástica.
(Alocución Maxima quidem, 9 junio 1862)
LVIII. El derecho consiste en el hecho material; y todos los deberes de los hombres son un nombre vano, y todos los hechos humanos tienen fuerza de derecho.
(Alocución Maxima quidem, 9 junio 1862)
LIX. No se deben de reconocer más fuerzas que las que están puestas en la materia, y toda disciplina y honestidad de costumbres debe colocarse en acumular y aumentar por cualquier medio las riquezas y en satisfacer las pasiones.
(Alocución Maxima quidem, 9 junio 1862)
(Encíclica Quanto conficiamur, 10 agosto 1863)
LX. La autoridad no es otra cosa que la suma del número y de las fuerzas materiales.
(Alocución Maxima quidem, 9 junio 1862)
LXI. La afortunada injusticia del hecho no trae ningún detrimento a la santidad del derecho.
(Alocución Jamdudum cernimus 18 marzo 1861)
LXII. Es razón proclamar y observar el principio que llamamos de no intervención.
(Alocución Novos et ante, 28 septiembre 1860)
LXIII. Negar la obediencia a los Príncipes legítimos, y lo que es más, rebelarse contra ellos, es cosa lícita.
(Encíclica Qui pluribus, 9 noviembre 1846)
Alocución Quisque vestrum, 4 octubre 1847)
(Encíclica Noscitis et Nobiscum, 8 diciembre 1849)
(Letras Apostólicas Cum catholica, 26 marzo 1860)
LXIV. Así la violación de cualquier santísimo juramento, como cualquiera otra acción criminal e infame, no solamente no es de reprobar, pero también es razón reputarla por enteramente lícita, y alabarla sumamente cuando se hace por amor a la patria.
(Alocución Quibus quantisque, 20 abril 1849)
§ VIII. Errores sobre el matrimonio cristiano
LXV. No se puede en ninguna manera sufrir se diga que Cristo haya elevado el matrimonio a la dignidad de sacramento.
(Letras Apostólicas Ad Apostolicae, 22 agosto 1851)
LXVI. El sacramento del matrimonio no es sino una cosa accesoria al contrato y separable de este, y el mismo sacramento consiste en la sola bendición nupcial.
(Letras Apostólicas Ad Apostolicae, 22 agosto 1851)
LXVII. El vínculo del matrimonio no es indisoluble por derecho natural, y en varios casos puede sancionarse por la autoridad civil el divorcio propiamente dicho.
(Letras Apostólicas Ad Apostolicae, 22 agosto 1851)
(Alocución Acerbissimum, 27 septiembre 1852)
LXVIII. La Iglesia no tiene la potestad de introducir impedimentos dirimentes del matrimonio, sino a la autoridad civil compete esta facultad, por la cual deben ser quitados los impedimentos existentes.
(Letras Apostólicas Ad Apostolicae, 22 agosto 1851)
LXIX. La Iglesia comenzó en los siglos posteriores a introducir los impedimentos dirimentes, no por derecho propio, sino usando el que había recibido de la potestad civil.
(Letras Apostólicas Ad Apostolicae, 22 agosto 1851)
LXX. Los canones tridentinos en que se impone excomunión a los que se atrevan a negar a la Iglesia la facultad de establecer los impedimentos dirimentes, o no son dogmáticos o han de entenderse de esta potestad recibida.
(Letras Apostólicas Ad Apostolicae, 22 agosto 1851)
LXXI. La forma del Concilio Tridentino no obliga bajo pena de nulidad en aquellos lugares donde la ley civil prescriba otra forma y quiera que sea válido el matrimonio celebrado en esta nueva forma.
(Letras Apostólicas Ad Apostolicae, 22 agosto 1851)
LXXII. Bonifacio VIII fue el primero que aseguró que el voto de castidad emitido en la ordenación hace nulo el matrimonio.
(Letras Apostólicas Ad Apostolicae, 22 agosto 1851)
LXXIII. Por virtud de contrato meramente civil puede tener lugar entre los cristianos el verdadero matrimonio; y es falso que, o el contrato de matrimonio entre los cristianos es siempre sacramento, o que el contrato es nulo si se excluye el sacramento.
(Letras Apostólicas Ad Apostolicae, 22 agosto 1851)
(Carta de S.S. Pío IX al Rey de Cerdeña, 9 septiembre 1852)
(Alocución Acerbissimum, 27 septiembre 1852)
(Alocución Multis gravibusque, 17 diciembre 1860)
LXXIV. Las causas matrimoniales y los esponsales por su naturaleza pertenecen al fuero civil.
(Letras Apostólicas Ad Apostolicae, 22 agosto 1851)
(Alocución Acerbissimum, 27 septiembre 1852)
N.B. Aquí se pueden dar por puestos los otros dos errores de la abolición del celibato de los clérigos, y de la preferencia del estado de matrimonio al estado de virginidad. Ambos han sido condenados, el primero de ellos en la Epístola Encíclica Qui pluribus, 9 de noviembre de 1846, y el segundo en las Letras Apostólicas Multiplices inter, 10 de junio de 1851.
§ IX. Errores acerca del principado civil del Romano Pontífice
LXXV. En punto a la compatibilidad del reino espiritual con el temporal disputan entre sí los hijos de la cristiana y católica Iglesia.
(Letras Apostólicas Ad Apostolicae, 22 agosto 1851)
LXXVI. La abolición del civil imperio, que la Sede Apostólica posee, ayudaría muchísimo a la libertad y a la prosperidad de la Iglesia.
(Alocución Quibus quantisque, 20 abril 1849)
N.B. Además de estos errores explícitamente notados, muchos otros son implícitamente reprobados, en virtud de la doctrina propuesta y afirmada que todos los católicos tienen obligación de tener firmísimamente. La cual doctrina se enseña patentemente en la Alocución Quibus quantisque, 20 de abril de 1849; en la Alocución Si semper antea, 20 de mayo de 1850; en las Letras Apostólicas Cum catholica Ecclesia, 26 de marzo de 1860; en la Alocución Novos, 28 de septiembre de 1860; en la Alocución Jamdudum, 18 de marzo de 1861; en la Alocución Maxima quidem, 9 de junio de 1862.
§ X. Errores relativos al liberalismo de nuestros días
LXXVII. En esta nuestra edad no conviene ya que la Religión católica sea tenida como la única religión del Estado, con exclusión de otros cualesquiera cultos.
(Alocución Nemo vestrum, 26 julio 1855)
LXXVIII. De aquí que laudablemente se ha establecido por la ley en algunos países católicos, que a los extranjeros que vayan allí, les sea lícito tener público ejercicio del culto propio de cada uno.
(Alocución Acerbissimum, 27 septiembre 1852)
LXXIX. Es sin duda falso que la libertad civil de cualquiera culto, y lo mismo la amplia facultad concedida a todos de manifestar abiertamente y en público cualesquiera opiniones y pensamientos, conduzca a corromper más fácilmente las costumbres y los ánimos, y a propagar la peste del indiferentismo.
(Alocución Nunquam fore, 15 diciembre 1856)
LXXX. El Romano Pontífice puede y debe reconciliarse y transigir con el progreso, con el liberalismo y con la moderna civilización.
(Alocución Jamdudum, 18 marzo 1861)
Pascendi Dominici Gregis (8 de septiembre de 1907)
En el sentimiento religioso se descubre una cierta intuición del corazón; merced a la cual, y sin necesidad de medio alguno, alcanza el hombre la realidad de Dios, y tal persuasión de la existencia de Dios y de su acción, dentro y fuera del ser humano, que supera con mucho a toda persuasión científica. Lo cual es una verdadera experiencia, y superior a cualquiera otra racional; y si alguno, como acaece con los racionalistas, la niega, es simplemente, dicen, porque rehúsa colocarse en las condiciones morales requeridas para que aquélla se produzca. Y tal experiencia es la que hace verdadera y propiamente creyente al que la ha conseguido.
¡Cuánto dista todo esto de los principios católicos! Semejantes quimeras las vimos ya reprobadas por el concilio Vaticano.
Cómo franquean la puerta del ateísmo, una vez admitidas juntamente con los otros errores mencionados, lo diremos más adelante. Desde luego, es bueno advertir que de esta doctrina de la experiencia, unida a la otra del simbolismo, se infiere la verdad de toda religión, sin exceptuar el paganismo. Pues qué, ¿no se encuentran en todas las religiones experiencias de este género? Muchos lo afirman. Luego ¿con qué derecho los modernistas negarán la verdad de la experiencia que afirma el turco, y atribuirán sólo a los católicos las experiencias verdaderas? Aunque, cierto, no las niegan; más aún, los unos veladamente y los otros sin rebozo, tienen por verdaderas todas las religiones. Y es manifiesto que no pueden opinar de otra suerte, pues establecidos sus principios, ¿por qué causa argüirían de falsedad a una religión cualquiera? No por otra, ciertamente, que por la falsedad del sentimiento religioso o de la fórmula brotada del entendimiento. Mas el sentimiento religioso es siempre y en todas partes el mismo, aunque en ocasiones tal vez menos perfecto; cuanto a la fórmula del entendimiento, lo único que se exige para su verdad es que responda al sentimiento religioso y al hombre creyente, cualquiera que sea la capacidad de su ingenio. Todo lo más que en esta oposición de religiones podrían acaso defender los modernistas es que la católica, por tener más vida, posee más verdad, y que es más digna del nombre cristiano porque responde con mayor plenitud a los orígenes del cristianismo.
Nadie, puestas las precedentes premisas, considerará absurda ninguna de estas conclusiones. Lo que produce profundo estupor es que católicos, que sacerdotes a quienes horrorizan, según Nos queremos pensar, tales monstruosidades, se conduzcan, sin embargo, como si de lleno las aprobasen; pues tales son las alabanzas que prodigan a los mantenedores de esos errores, tales los honores que públicamente les tributan, que hacen creer fácilmente que lo que pretenden honrar no son las personas, merecedoras acaso de alguna consideración, sino más bien los errores que a las claras profesan y que se empeñan con todas veras en esparcir entre el vulgo.
Vaticano I
El concilio Vaticano I afirma:
«La doctrina de la fe que Dios ha revelado es propuesta no como un descubrimiento filosófico que puede ser perfeccionado por la inteligencia humana, sino como un depósito divino confiado a la esposa de Cristo para ser fielmente protegido e infaliblemente promulgado. De ahí que también hay que mantener siempre el sentido de los dogmas sagrados que una vez declaró la Santa Madre Iglesia, y no se debe nunca abandonar bajo el pretexto o en nombre de un entendimiento más profundo. «Que el entendimiento, el conocimiento y la sabiduría crezcan con el correr de las épocas y los siglos, y que florezcan grandes y vigorosos, en cada uno y en todos, en cada individuo y en toda la Iglesia: pero esto sólo de manera apropiada, esto es, en la misma doctrina, el mismo sentido y el mismo entendimiento».
Si alguno dijere que es posible que en algún momento, dado el avance del conocimiento, pueda asignarse a los dogmas propuestos por la Iglesia un sentido distinto de aquel que la misma Iglesia ha entendido y entiende: sea anatema. (Constitución Dogmática Filius Dei).
Y ese mismo Concilio Vaticano I deja claro que la autoridad magisterial del Papa es la de declarar lo contenido en la Revelación, como precisa el mismo Concilio:
«El Espíritu Santo no fue prometido a los sucesores de Pedro para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y expusieran fielmente la revelación transmitida por los apóstoles».
Nada sin Dios
¡Viva Cristo Rey!